A partir de ahora, cualquier actividad relacionada con el turismo debería ser objeto de análisis para saber si se puede aplicar alguna tasa. De momento, ya tenemos dos a las puertas de ser aprobadas si Podemos consigue gobernar tras las próximas elecciones. A la ecotasa que se cobraría en los hoteles, y que fue un gran fracaso la primera vez que se aplicó, tenemos ahora el impuesto que se cobraría a cada cliente de las discotecas de Eivissa. Pero puede haber más. Cobremos una tasa a todos aquellos propietarios de veleros que hacen uso del viento de forma gratuita. Y otra tasa a las personas por ocupar un trozo de playa, que debería incrementarse si, finalmente, se dan un baño. Por el bien de la conservación medioambiental, pongamos cobradores en las playas y que pasen factura a todo aquel que se atreva a disfrutar de nuestras costas. Como ironizaba Pedro Matutes en twitter, apliquemos también una tasa por respirar. Nuestro oxígeno es nuestro y merece ser protegido. Si los turistas quieren consumirlo, que paguen. Se me ocurren más ideas a ver si algún político avispado lo incluye en su programa electoral, que todavía hay tiempo. Pongan una tasa por sentarse en los bancos de las plazas, y otra por disfrutar de los miradores de Dalt Vila. No hay derecho que los turistas no paguen por estas maravillosas vistas. Los puertos de Eivissa deberían ser objeto de deseo para nuestros recaudadores de tasas. Debería aplicarse uno para entrar con el coche, otro por salir, y uno por cada día de estancia en la isla y en función de los kilómetros que vayan a realizarse. Las carreteras necesitan mantenimiento y no puede ser que todo el coste lo asuman los ibicencos y formenterenses. Tomarse un refresco en una terraza también debería ser objeto de una tasa, más allá del incremento del precio que le añada el dueño del local. En fin, que se apliquen nuestros políticos que aún hay mucha tasa por imponer en nuestra futura ‘tasalandia’.