El viernes por la noche estuve viendo un debate en Canal 4. Había varios invitados, pero la actitud de uno de ellos realmente me llamó mucho la atención. Hablaban sobre pactos y qué ocurrirá con el reparto del poder municipal, cuando uno de los asistentes pidió intervenir. En ese momento, el representante de Podemos soltó: «Si tienes que decir más tonterías, mejor te quedas callado». La contestación tampoco tuvo desperdicio: «Al fin se demuestra lo que sois: comunistas, leninistas, que no respetáis las opiniones de los demás», soltó el otro invitado, visiblemente molesto. Realmente algunos tics resultan autoritarios y todo lo que venden sobre la representación del pueblo y esas cosas no creo que ni se las crean ellos mismos. Afortunadamente, cuatro años dan para ver muchas cosas y permitirán acabar con algunos mitos que hemos vivido en el último año gracias a estas nuevas corrientes políticas que han venido a salvarnos de una democracia, decían, a romper con el espíritu de la Transición de 1978. Lo que no acabo de entender es cómo si tienen tantas ganas de cambiar las cosas son tan reacios a asumir el poder, a gestionar el día a día de las instituciones. Cuando pisen los despachos, y estoy convencido de ello, se darán un gran baño de realidad y serán conscientes de que muchas cosas de las que decían eran simplemente frases para contentar al personal, pero poco más. Las cosas no son ni blancas ni negras. Hay muchos grises, pero quizás he conocido a tantos políticos en mi vida que reconozco a un farsante cuando lo escucho hablar diez minutos. Y últimamente, siento decirlo, hay mucho farsante suelto. Ojalá me equivoque.