Yo no sé si a ustedes les ha pasado, pero cada vez que escucho la canción de la Rafaela Carrá, esa que dice rumore, rumore en plena temporada estival, y a cuarenta grados, a mí me llegan efluvios de otros cantos de sirena que me contestan calore, calore. Sin duda alguna, deben ser las mismas interferencias y polvo interestelar en forma de ondas de radio, que hacían que en otros tiempos y en nuestra caja tonta, se nos mezclaran las imágenes de las cadenas marroquíes, argelinas y vayan ustedes a saber cuáles mas, con esos sonidos tan exóticos que nos recordaban y siguen haciéndolo a las mil y una noches, justo las mismas que le tocó subirse al tejado a mi pobre padre para orientar la antena hacia el Castillo o hacía el repetidor de San Juan, pues si lo orientabas hacia otra parte no había Cristo que pillara canal alguno. Y luego, claro está, allí estaba él, desgañitándose y preguntándome a grito pelado desde allá arriba, en lo alto de la azotea, pues no se oía ni jota, que si orientaba la antena - ¡Hacia la izquierda!, ¡Hacia la izquierda!- mientras que yo, contrariamente, y supongo que por hacerle la pascua, como es habitual y dado el estado de las hormonas en los adolescentes, el llevar la contraria, le iba gritando desde abajo que la orientase: - ¡Hacia la derecha!, ¡Hacia la derecha!-, y claro está que como no nos poníamos de acuerdo ni en los más mínimos principios del sentido común del giro que queríamos dar a nuestras vidas (en este caso a nuestra antena), pues acabábamos optando por la solución profesional intermedia de tipo ‘Suarista’, es decir: al centro más estricto del panorama antenístico, que como bien sabíamos era como decir que «ni chicha ni limoná», pero que nos hacía sentir bien en el fondo, aunque la verdad sea, las susodichas ondas calorísticas siguieran haciendo de las suyas y nos procurasen un verano de órdago y gran ejercicio sano como es el de la escalada al tejado o el ejercicio de la voz, principalmente en su modalidad de «grito pelado», como ya antes dijera. Y es que el calor tiene sus ventajas - ya imagino a estas alturas que ustedes imaginan que yo soy optimista- supongo que porque cuando nací me pusieron en modo optimista, porque debieran ustedes saber que hay otros, que cuando nacen deben de poner les el alma en modo pesimista, otros en modo escéptico, y otros en modo «no sé, no sé» o en el peor de los casos en modo «me la trae floja» o en modo « a tomar por...» Pero eso sin duda, perfectamente provocado y atribuible a los calores que hacen que se nos vaya un poquito la cabeza, como a los dirigentes griegos que dado el panorama en el que viven inmersos cabe imaginar que el cerebro de los susodichos, carece de masa encefálica, y que el mismo, sin duda alguna, se encuentre relleno de yogur, que por cierto, está rico, rico como dice un gran poeta gastronómico de nuestros tiempos, aunque eso sí, algo repetitivo con el asunto del perejil y del que yo me pregunto si entre este, y el alpiste que se nos da últimamente al pueblo llano, y con tanto calore como hace, no se nos estará derritiendo a los de abajo también, la poca masa cuerda que nos queda y convirtiéndose también en yogur, que para algunos imagino que ya está bien como está, pues total, van a seguir haciendo lo que les venga en gracia, que es lo mismo, que decir, que harán lo que les venga en gana; aunque sinceramente, les digo que comienzo a sospechar, que sea este, el verdadero objetivo.de algunos de nuestros dirigentes. Así que ante tan elevadas temperaturas, lo recomendable es que controlen el estado anímico de sus cerebros, y que lo hidraten, pero sobre todo, que tengan mucho cuidado si se deciden a subir al tejado para mover el sentido de la recepción de sus antenas, no vaya a haber demasiadas interferencias que les oculten la verdad bajo este calore de justicia tan injusto para los que vamos siempre a pie y jamás por la sombra.