Es imprescindible leer la entrevista publicada el lunes en este diario a Vicent Torres, maestro que se jubila en un par de días. El titular de la entrevista lo dice todo. «Antes los alumnos iban con miedo a clase, ahora es el profesor el que, a veces, va con miedo». Si es así, tenemos un problema muy gordo. Soy de una generación de alumnos que respetaban al profesor. Le tratábamos de usted, por supuesto, y a nadie se le ocurría perder el respeto al maestro. En mi época ni rezábamos antes de las clases ni cantábamos el cara el sol, pero había cosas que sabíamos que no se podían hacer. Al final de la educación obligatoria, sabíamos escribir sin faltas de ortografía y podíamos hacer sumas y restas sin necesidad de una calculadora. Por supuesto, sabíamos quienes eran los Reyes Católicos y habíamos leído más de una docena de libros, entre ellos El Quijote. Me temo que estas cosas ahora se tratan de forma superficial. Y el problema es que ni a los alumnos les importa conocer nuestra historia y los profesores, o al menos no lo percibo así, no se indignan al ver cómo su trabajo se pierde parcialmente por un sistema educativo obsoleto, que motiva poco al alumno, y donde el respeto por los demás, maestros incluidos, hace tiempo que se ha perdido. Cuando hace un par de años miles de personas se manifestaron en las calles de estas islas por la aplicación del TIL me preguntaba si no era mejor guardar alguna protesta por el deficiente nivel educativo de nuestros adolescentes. No es una percepción. Es una realidad que somos la comunidad española con mayor fracaso escolar en un país que también está a la cola en toda Europa. Podemos seguir mirando para otro lado, pero el problema está ahí. Y, por lo que cuenta Vicent Torres, que sabe bastante de educación, el problema es grave.