Hoy le vamos a hablar de la nada. De eso que tanto abunda en este mundo a pesar de que suele ser ligera e invisible como el aire. Curiosamente, siendo la nada tan poca cosa, es precisamente de lo que más se suele hablar en estos tiempos que corremos. Ya lo trató en su día Carmen Laforet en un tocho que publicó precursoramente en 1944. Se veía venir que la nada iba a tomar cuerpo, a pesar del poco cuerpo que tiene esta. Pero no vamos a hablar aquí de Carmen, ni de su libro, porque ya me lo hicieron tragar en mi adolescencia, igual que también tuve que tragarme, muy a mi pesar, otras obras como lo fueron “la verdad sobre el caso Savolta” de Eduardo Mendoza, que curiosamente con los años descubrí que su verdadero título era “Los soldados de Cataluña”, que por motivos de censura hubo de cambiar, como tantas otras cosas cambian las censuras. Si no, que se lo digan a los venezolanos, cubanos, y próximamente, peruanos, a los que parece que les va la marcha, porque están emperrados en investir a la hija del anterior dictador Fujimori. Y ya saben que de tal palo… Si esto no les parece poco, la nada puede ser mucho, sobre todo cuando no hay de nada. Y en estos tiempos que vivimos hay más de nada que de mucho. En nuestra isla por ejemplo de eso sí que hay en abundancia, y me estoy refiriendo a la nada, claro está. Nada de buenas carreteras, nada de buen servicio, nada de limpieza, nada de buenas comunicaciones, nada de cosas bien hechas con gusto, nada de respeto por los habitantes que sostienen con sus impuestos lo que otros se llevan tras arrasar y explotar nuestra casa. ¡En fin! Que nada de nada. Y pero está fuera de casa, porque en algunos lugares no lejanos, no hay “nada” que comer, ni nada de libertad, ni nada de igualdad.Será por eso que cuando vienen los políticos en campaña a ofrecer cosas, uno se pregunta si no será aún mas de nada, que de algo. El asunto tiene su miga porque como las palabras se las suelen llevar el viento; y hay que decir que últimamente hace viento todos los días en nuestro país, uno tiene que andar con pies de plomo a la hora de tomar decisiones que pueden cambiar en un instante toda su forma de vida. No es que la verdad se encuentre en el Caso Savolta. Ni siquiera en la Nada de Carmen Laforet. La verdad es que simplemente basta con mirar a nuestro alrededor con ojos de pez para darse uno cuenta que de todo lo que se nos empieza ofreciendo, al final nunca queda nada. ¡Para que luego venga alguien y nos diga que de eso no hay!