La saturación turística no es achacable a los pisos que se alquilan por días a los turistas –que conste: servidor no tengo ninguno, desgraciadamente- sino al modelo de explotación económica delirante que entre políticos y empresarios hoteleros han creado. Nadie en su sano juicio está en contra el turismo, una actividad que nos ha ahorrado la emigración que era todavía habitual entre los isleños en la década de los sesenta. Lo que algunas voces pretenden es que se regule lo que en medio siglo no ha sido regulado, de tal forma que no acabemos por tener el agobio de agosto durante meses, problemas de agua, etcétera. El problema es que no es posible. Cuando un árbol crece torcido durante 50 años no lo endereza ya nadie. Ahora toca demonizar el alquiler turístico de pisos. Tiene guasa que se diga que esta actividad deba satisfacer la ecotasa como si fuera hostelería. No menos risible es el hecho de que las autoridades isleñas pongan como ejemplo lo que hace Ada Colau en Barcelona, que lejos de ser modélico apenas supera la propaganda: de las miles de visitas realizadas por 69 inspectores ad hoc –conocidos popularmente como ‘Gestapo’– se resolvieron el año pasado 388 expedientes de cese de actividad de las cuales durante este año se han ejecutado a la fuerza, o sea se han precintado, apenas 50, según las informaciones de prensa de la Ciudad Condal. El capitalismo popular que supone el alquiler de pisos a turistas se funde con la vetusta aspiración izquierdista del control popular de los medios de producción. Oponerse a ellos es reaccionario, así que se entiende que la derecha y sus hoteleros los rechacen. Dejar que se multipliquen es progresista, y por eso también se entiende que la supuesta izquierda moderna pretenda declararles la guerra. El modelo turístico que tenemos no tiene alternativa. Pero podría no empeorarse al menos.

Empezando por dejar en paz el alquiler turístico de pisos que permite acumular capital a tantos miles de familias isleñas. Una cosa, una, que favorece de veras a muchos y van los ‘izquierdistas’ y quieren liquidarlo en beneficio de unos pocos.