En la parábola del administrador infiel, contemplamos un hombre malversador de los bienes de su jefe. Por esta razón fue cesado de su cargo. Jesús, evidentemente, reprueba la inmoralidad de su situación pero, sin embargo, resalta la agudeza y la sagacidad de ese administrador para sacar provecho material de su antigua administración. El Señor Jesús quiere que en la salvación del alma, el cristiano ponga en práctica la misma sagacidad y esfuerzo que ponen los hombres en sus negocios materiales. Contamos con la gracia de Dios, pero eso no nos exime de poner todos los medios humanos posibles en los asuntos de nuestra alma. El deportista se esfuerza, se sacrifica y renuncia a muchas cosas para ganar un trofeo. El cristiano , ¿ no deberíamos esforzarnos todos los días para alcanzar el premio de la Vida Eterna?. Haceos amigos, dice el Señor con las riquezas injustas. Se llaman "riquezas injustas" a los bienes de este mundo que han sido adquiridos por procedimientos injustos. Pero es tan grande la misericordia divina que esa misma riqueza injusta puede ser también ocasión de virtud por medio de la restitución, del pago de daños y perjuicios y, después, en la ayuda generosa y espléndida al prójimo, en las limosnas, en el fomento de las fuentes de trabajo, de riqueza, del bienestar social. Tal fue el caso de Zaqueo. Se compromete a restituir el cuádruplo de lo que hubiera robado, y además, a entregar la mitad de sus bienes a los pobres. El Señor ante esa actitud declara categóricamente que la salvación entró aquel día en casa de Zaqueo , ( Lc. 19,1-10)