Las fiestas católicas, y en nuestra Diócesis de Ibiza y Formentera celebramos muchas y bien, pues en los pueblos, con la aportación que hacen las parroquias, aportan no sólo alegrías y acontecimientos, sino enseñanzas y buenas a quienes participan. Hoy, por ejemplo en Puig d’en Valls celebran la fiesta patronal de la Virgen María Madre de la Iglesia y por la tarde en Dalt Vila, las religiosas contemplativas del Monasterio de San Cristóbal celebran una bonita y alegre procesión con la Virgen de Fátima.

Mañana en toda la Iglesia se celebra la fiesta de Santa Rita de Casia, una santa importante e interesante, de la que yo soy muy devoto y por eso, con el afecto y estima que siento por todos los habitantes de Ibiza y Formentera, sin excluir a nadie, quiero compartir con vosotros algunas enseñanzas que nos deja Santa Rita. Es importante acercarnos a los santos y santas, a todos, porque ellos son una buena enseñanza para nuestra vida con el ejemplo de su vida santa, nos instruyen con sus ejemplos y nos protegen con su intercesión por nosotros a Dios.

Cuando hace en estos días 12 años que llegue a servir como Obispo a Ibiza y Formentera vi una bella imagen de Santa Rita en una de las capillas del templo de Santo Domingo en Dalt Vila. Preguntando sobre ello me dijeron que antiguamente era considerada como la patrona de los funcionarios del Ayuntamiento de Vila y como tal hacían fiesta ellos en ese día, y había otra imagen en la Parroquia del Salvador de La Marina. Para que esta Santa fuera más conocida coloqué una imagen suya en la Catedral, donde veo continuamente como muchos turistas y visitantes la veneran, y también lo hicieron en su capilla las Religiosas contemplativas de San Cristóbal.

Mirando la historia de Santa Rita vemos como ella trató de ser santa siendo joven y soltera, siendo después casada y madre de dos hijos, siendo después viuda y finalmente siendo religiosa. Ya nos deja así una buena enseñanza: en cualquier situación humana es posible y debemos intentarlo, ser santos nosotros, cada uno de nosotros, como Dios es santo.

Santa Rita nació en 1381 en Italia, cerca del pueblito de Casia, en la Umbría, región del centro italiano. Aquella época era de guerras, terremotos, conquistas, invasiones, rebeliones y corrupción. Sus devotos padres, Antonio Mancini y Amata Ferri, eran analfabetos y conocidos como los “pacificadores de Jesucristo” porque los llamaban para que apacigüen las peleas entre vecinos. Ellos le enseñaron a Rita todo sobre el Señor, la Virgen y los santos más conocidos. Santa Rita nunca fue a la escuela, pero Dios le concedió la gracia de leer milagrosamente.

Quiso ser religiosa toda su vida, pero sus padres, ya en edad avanzada, le escogieron un esposo, Paolo Ferdinando, y ella aceptó en obediencia. Su esposo demostró ser un bebedor, mujeriego y maltratador, pero Santa Rita se mantuvo fiel y en oración. Tuvieron dos gemelos que sacaron el mismo temperamento del papá. Tras 20 años de casados, el esposo se convirtió, Rita lo perdonó y juntos se acercaron más a la vida de fe.

Antes de su conversión, el esposo tenía malas juntas. Una noche, él no llegó a casa y Santa Rita sabía que algo había pasado. Al día siguiente fue encontrado asesinado.

Los hijos juraron vengar la muerte de su padre y la pena de Santa Rita aumentó más. Ni sus súplicas los hacían desistir. La afligida madre rogó al Señor que salvara las almas de sus hijos y que tomara sus vidas antes de que se condenaran por la eternidad con un pecado mortal. Ambos contrajeron una terrible enfermedad y antes de morir perdonaron a los asesinos.

Más adelante, la Santa quiso ingresar con las hermanas agustinas, pero no se la hicieron fácil porque no querían una mujer que había estado casada y por la sombría muerte de su esposo. Ella se puso en oración y cierta noche se produjo un milagro que le permitió entrar en el convento..

Hizo su profesión religiosa ese mismo año (1417) y allí vivió 40 años de consagración. Fue puesta a prueba con duras pruebas por las superioras. Como obediencia le ordenaron regar todos los días una planta muerta. La planta llegó a ser una vid floreciente que dio uvas que sirvieron para el vino sacramental.

En la cuaresma de 1443, fue a Casia un predicador que habló sobre la Pasión del Señor. La reflexión tocó mucho a Santa Rita y a su retorno al monasterio pidió al Señor participar de sus sufrimientos en la cruz. Recibió estigmas y las marcas de la corona de espinas en la cabeza. A diferencia de otros santos con este don, las llagas en ella olían a podrido y tuvo que vivir alejada de sus hermanas y la gente por muchos años.

Cuando quiso ir a Roma por el primer Año Santo, Jesús le quitó la estigma que tenía en su cabeza mientras duró la peregrinación. Al regresar a casa, volvió a aparecer la estigma y tuvo que aislarse nuevamente.

Los últimos años de su vida sufrió una grave y dolorosa enfermedad que la tuvo inmóvil sobre su cama de paja por cuatro años. En este tiempo le mostraron una rosas que brotaron prodigiosamente en su huertecito de Roccaporena y en pleno frío invernal. Ella aceptó sonriente este signo como don de Dios. Partió a la Casa del Padre en 1457. Y el Papa León XIII la canonizó en 1900.

Hay muchos libros y buenas películas sobre esta Santa. De todos ellos podemos sacar enseñanzas para nuestra vida. Comparto en esta ocasión algunas de ellas que me han impresionado: Ama sin mirar a quién. Los obstáculos son enseñanzas para tu espíritu. Nunca te des por vencido. La oración siempre es escuchada. Nunca es tarde para cambiar el rumbo de tu vida. No te lamentes, lleva con dignidad tu cruz. El amor todo lo puede.

Practica el bien y tarde o temprano serás reconocido. Confía en ti mismo y defiende tus ideales. Dios nunca te abandona.