Parece que ha tenido que cesar el estruendo de los sonidos que imperan en verano, para que en Eivissa se vuelva a escuchar música. Este fin de semana asistíamos a una programación musical desafortunadamente poco usual. Mientras el sábado se clausuraba el I Festival de Música de Cámara de Santa Eulalia organizado por las pianistas Elvira Ramón y María José Perete, el domingo se celebró el concierto por la tolerancia con el Requiem de Mozart, idea y proyecto de la empresa ibicenca Just4You music solutions.

La clausura del primero fue protagonizado por la soprano catalana Ana Puche y el pianista alicantino Alejandro Picó-Leonís, quienes nos deleitaron con un recital dedicado a la canción española de alto nivel. Puche fue in crescendo dominando un repertorio nada fácil, mostrando un timbre cálido, una voz redonda bien proyectada y un canto elegante lleno de dinámicas, matices y musicalidad, acompañada por un piano que parecía acariciar la partitura con una seguridad y solvencia irresistibles.

Por otro lado, el domingo Mozart resucitó y se personó en el Recinto Ferial en un evento que quedará para el recuerdo de los asistentes. Más de mil almas quedamos electrizadas por las manos (ya que dirige sin batuta) del maestro Juan Francisco Ballesteros quien dirigió con maestría, delicadeza, precisión y encanto esta maravilla del compositor austriaco. Nos hizo pasar del fuego infernal del confutatis al ascenso a los cielos con el benedictus, gracias a un coro bien empastado, una orquesta sincronizada y unos solistas entregados. Mención especial para la soprano Natàlia Perelló y el barítono Fernando Piqueras.

En conclusión, cuando los administradores de nuestras instituciones se equivocan, tenemos el deber cívico de criticarles; pero cuando aciertan es de justicia reconocerlo, porque apostar por la cultura es siempre un acierto. Hicieron bien Ana Costa (concejala de cultura de Santa Eulalia) y Antoni Vinyaràs (jefe de protocolo del Consell d’Eivissa) en dar cobertura a dos proyectos de tanta calidad y tan necesarios para saciar la sed de música clásica de la sociedad ibicenca.