Llevo cinco años viviendo todo el año en la isla, pero este invierno me vuelvo con mi familia a Barcelona. No puedo pagar el alquiler yo sola y el apartamento sólo tiene una habitación y no puedo compartir».

Esto me contaba una camarera hace unos días. Esta historia la hemos oído millones de veces, con otras caras, otros nombres y otras realidades, pero detrás siempre nos encontramos con lo mismo. En Formentera es casi imposible para una familia de clase media, comprar una vivienda y únicamente queda la opción de alquilar.

Los propietarios lo saben y eso marca el precio. No estamos hablando de alquilar el balcón de un piso para la temporada, que también se ha hecho. Hablamos de la vivienda para vivir, una persona, una pareja, una familia. Todos ellos con trabajo y ganas de enraizar en una isla cuya carestía de vida, la hace muy difícil.

Pues bien, lo primero es un periplo de búsqueda de la vivienda ‘ideal’. Después de visitar una decena de cuchitriles, la primera cosa medio digna, a uno le parece el palacio del Sultán. Tras haber escuchado unas cuántas aberraciones, los 1.200 euros mensuales por dos habitaciones, te parece hasta barato.

Tras la entrada de los socialistas en el Consell Insular, éstos han manifestado que la vivienda es una de sus prioridades. Hablan de una «oficina insular de la vivienda, que sea un registro de viviendas disponibles y demandantes».

La intención parece buena, lo que más va a costar va a ser cambiar la mentalidad de muchos propietarios (no todos, por cierto) que creen que al tener disponible un techo en el paraíso deseado, viven en otra dimensión y están por encima del bien y del mal. Eso no va a haber oficina que lo consiga. Pero queremos buenos médicos, maestros, cocineros, camareros. Difícil tarea. Ánimo.