Cuando alguien conculca consciente y deliberadamente la Ley, como hicieron los líderes del proceso independentista catalán que acaban ser condenados por el Tribunal Supremo, sabe perfectamente a qué atenerse. Si pensaron que les saldría gratis, pecaron de ilusos. Ante una agresión a la integridad territorial y al ordenamiento constitucional de semejante calibre, perpetrados por los partidarios de la secesión en 2017, el Estado respondió como corresponde, enjuiciando a los responsables de aquel despropósito que ahora también sabemos que fue una auténtica farsa. Jugaron con fuego y se quemaron. Y quienes se rasgan las vestiduras ante lo «desproporcionado» del castigo, debieron pensar que España golpearía como acostumbra, drástica y ejemplarmente, sin miramientos y sin proporción. Matando pulgas a cañonazos. Haberlo pensado antes porque estaban más que avisados.

Ahora se nos presentarán como mártires, luchadores por la libertad y la democracia masacrados por un sistema legal que tritura al disidente político. Memeces. Nadie piensa ahora en las víctimas de su delirio secesionista, todas aquellas personas que temieron tener que cargar sus bártulos y largarse de Catalunya al tiempo que comprobaban cómo los ahora condenados les convertían en extranjeros en su propia tierra. Trituraron las leyes para crear su imaginaria república de pega y encima pretendieron salirse de rositas. Pues bienvenidos a la realidad.

No me alegro de que nadie esté privado de libertad. Pero ha quedado claro que cometieron delitos e hicieron sufrir a mucha gente sin derecho ninguno a hacerlo. De modo que haberlo pensado antes. Y aquellos que dicen que lo volverán a hacer y enardecen a otros para que hagan lo que ellos no tienen arrojos de hacer, que aprendan lo que sucede cuando se delinque. No han conseguido nada mas que dividir a la sociedad y llenar de políticos la cárcel de Lledoners. Enhorabuena.