Este es el título de la canción que debería dedicar Rosalía a la actual clase política española. La emergencia sanitaria que sufrimos nos está permitiendo comprobar la escasa talla política de los líderes nacionales de los diferentes partidos, sin excepciones. El PSOE, haciendo gala de su conocido sectarismo, se dedica a censurar cualquier disidencia y vierte toda su artillería para atacar al supuesto enemigo: la derecha. Tal vez fuera más sensato pensar que el enemigo es en realidad el virus que se ha cobrado casi 16.000 vidas en España. Sus socios de gobierno pudieran parecer ausentes, salvo por la sarta de desafortunadas declaraciones de la ministra de trabajo, Yolanda Díaz, quien nos ilustra en cada comparecencia sobre su incapacidad y su falta de medidas laborales sensatas para capear esta crisis.

En el otro espectro ideológico no están mejor. El PP de Casado se parece muy poco al de Martínez-Almeida. Mientras el primero no puede contenerse y dispara a Sánchez con el único fin de sacar tajada política sin aportar nada más que un oportunismo, cuyas afirmaciones le han valido el merecido título de ‘capitán a posteriori’, el estilo del alcalde de Madrid es bien distinto, centrado en adoptar medidas concretas y prescindiendo de entrar en el barro político. Pero los campeones de la desfachatez y la falta de escrúpulos se hallan en VOX, cuya receta para hacer frente al COVID-19 es: insultar al gobierno, sugerir medidas inconstitucionales como un “gobierno de emergencia”, difundir bulos y enarbolar una bandera que no merecen. El único partido que ha mostrado algo de sentido de Estado ha sido Ciudadanos, que ha sido reivindicativo y exigente, sin renunciar a la lealtad institucional. Saldremos de ésta, pero no será gracias nuestros desafortunados representantes.