Qué tiempos aquellos en que se podía ir a las plazas a protestar, participar en caceroladas día sí y día también, cuestionar la Constitución, el IBEX 35, la propiedad privada, la sanidad, las normas laborales, insultar a los empresarios, y sobre todo utilizar las redes sociales para criticarlo todo y a todos que no comulgaban con el ‘status quo’ de la corriente de opinión del aquel momento, al menos la más ruidosa. Cómo han cambiado las cosas que ahora, sin promoverse escraches contra ningún dirigente político, todos aquellos que critican la gestión política del Gobierno sean atacados por los que no hace mucho rodeaban el Congreso de los Diputados y las sedes de los partidos políticos. No acabo de entender que una gestión sanitaria que suma ya más de 17.000 muertos, con el mayor porcentaje de fallecidos del mundo, que ha sido incapaz de comprar test rápidos para la población y material para los sanitarios, no pueda ser criticado por los ciudadanos que consideran que se actuó tarde y mal. Resulta sorprendente que los políticos que llevan la bandera de «las personas» de las «necesidades familiares» hayan sido incapaces de pagar todavía el subsidio a las personas afectadas por ERTE en el mes de marzo, y que hayan diseñado unos requisitos casi imposibles de cumplir para las moratorias hipotecarias. E indigna aún más que cuando se disparan las críticas en las redes sociales la principal preocupación del Gobierno, como si no pasase nada más en España, sea evitar las fake news y limitar el uso del washapp para no compartir masivamente vídeos o memes durante estos días de cuarentena. Lo peor no es que sean unos gestores inútiles, que lo son, lo más preocupante es que quieran evitar la crítica y el debate, y que utilicen tantas horas en buscar enemigos exteriores. Supongo que hasta no sacrifiquen a un perro, como ocurrió con la crisis del ébola, nadie tiene permiso para criticar al Gobierno. Habrá que esperar. Prohibida la crítica.