Imagino que el nuevo conseller de Vivienda, el ibicenco Josep Marí Ribas Agustinet, estará sopesando desde hace días destituir al director general que le ha colado la expropiación de pisos en Menorca que habían sido comprados por un particular para rehabilitarlos y venderlos. Sin la cédula de habitabilidad tampoco creo que sirvan para cederlas a familias vulnerables. Si de lo que se trataba era expropiar durante siete años 56 pisos a bancos y fondos buitre tampoco hubiese costado tanto chequear en qué situación se encontraban estos inmuebles, si estaban en condiciones para entregar las llaves o si tienen contador de agua o luz. Se vuelve a demostrar que la prioridad es comunicar en lugar de solventar un problema, algo de lo que son expertos en este gobierno donde la nómina de jefes de prensa cada vez es más grande.

No debe de ser fácil presentar una propuesta estrella, de las que tanto gustan al votante socialista y sobre todo al podemita, y que a los pocos días descubran el fiasco de la medida, además del riesgo que supone para la seguridad jurídica. Agustinet tendría que haber sopesado aplicar la medida que le dejó en el cajón el anterior conseller, el menorquín Marc Pons, y que él ha presentado a bombo y platillo. No sé si Agustinet ha leído los medios nacionales estos días, pero la imagen que se da de Baleares no es la mejor para que lleguen inversores, aunque me imagino que esto les importa un bledo a muchos políticos.
Tampoco me sorprenden este tipo de medidas por parte de Agustinet, que ya se cubrió de gloria en Sant Josep cuando se le ocurrió licitar la gestión de las playas a través de una subasta para mayor gloria de un condenado por narcotráfico. Con la experiencia que tiene en política el nuevo conseller ya debería saber que los experimentos se hacen con gaseosa. Todo lo demás suele llevar al fracaso.