Vicent Marí gobierna actualmente en el Consell d'Eivissa con un socio zombie, políticamente extinto. Ciudadanos ha fracasado tan estrepitosamente en su estrategia estatal, que ha destruido en pocos meses todo su capital político. Su obcecación ideológica contra “Sánchez y su banda” le impidió ser el partido de centro por el que habían votado sus electores, que naturalmente han dejado de serlo.

Se trata de un partido estatal, con escaso arraigo territorial, por lo que su desaparición del Parlament Balear, del Consell d’Eivissa y de los Ayuntamientos en los que ha tenido representación resulta prácticamente inevitable.

Mientras que del socio actual del PP queda poco más que un epitafio al suicidio político, tenemos al socio futuro y potencial de Vicent Marí bien escondido y agazapado entre las sombras. El PP sabe perfectamente que su única posibilidad de seguir al frente del Consell durante una segunda legislatura - siempre que el bloque de izquierdas no sume y no le desaloje - consiste en entregarse a su particular “elefante blanco” que en el caso que nos concierne viene teñido de un verde más bien militar, y con ínfulas de ultraderecha trumpista y trasnochada.

Con el fin del bipartidismo, y con los bloques políticos ya claramente definidos tras la desaparición más que anunciada de un centro político que nunca fue tal, Vicent Marí y el PP saben que las mayorías absolutas son poco más que una quimera, ensoñaciones nostálgicas de un tiempo que fue, y que no tiene mucha pinta de volver.

Por otro lado, la crisis social y económica originada por el Covid en Ibiza es tremendamente grave, y el gobierno del Consell es del todo inoperante. Claramente sobrepasado por la situación, es intrínsecamente incapaz de aprovechar las oportunidades que surgen para crear y consolidar sectores alternativos al monocultivo turístico. Por desgracia de la ciudadanía de Ibiza, esta parálisis configura una legislatura perdida para Ibiza. Una legislatura fallida que, desde luego, no parece que vaya a ser el fuelle que le dé alas electorales al actual presidente.

Cierto es que no conviene pedirle peras al olmo. Resulta ontológicamente imposible que Vicent Marí trabaje activamente para fomentar una economía más diversificada y segura, porque eso significaría reducir intencionadamente la temeraria dependencia del turismo de masas que tiene nuestra isla. Y el PP ibicenco es, sencillamente, indistinguible e inseparable del monocultivo turístico, hasta el punto que se trata realmente de las dos caras de una misma moneda: quién ha implantado y amparado políticamente este modelo fallido a lo largo de los años ha sido el PP, y quién ha amparado económica y mediáticamente al PP ibicenco hasta convertirlo el más fuerte de Baleares, es este mismo modelo económico tan frágil e inseguro para la gente corriente, tan insostenible y depredador para el territorio, pero tan generoso y agradecido con los suyos, con su "brazo político".

Así, mientras la gente de Ibiza se desespera por la falta de un horizonte mínimamente esperanzador, el PP se dedica a rezar para que vuelvan cuanto antes las hordas de turistas borrachos, las carreteras atascadas de coches de alquiler, y el vulgar estruendo de las discotecas. Vicent Marí aprovecha su tiempo en el Consell para hacer su habitual victimismo, para practicar un clientelismo desatado, para gastar cantidades fabulosas e inauditas en autobombo (religiosamente pagadas con dinero público), y para conceder subvenciones nominales (a dedo) como churros, convirtiendo algo que debería ser excepcional en una práctica cotidiana. Buena experiencia tiene de ello como alcalde de Santa Eulalia, y buen maestro tiene en Antonio Marí "Carraca", el “alcalde perpetuo” de Sant Joan, que lleva 22 años dando subvenciones a dedo como si no hubiera un mañana. A la transparencia, a la igualdad de oportunidades y al control estricto del dinero público que garantizan las subvenciones de libre concurrencia, el caciquismo siempre prefiere las subvenciones nominales, que le permiten disponer ágilmente de dinero público para darlo a dedo y asegurarse una tupida red clientelar, que luego viene muy bien cuando hay elecciones. Todo ello ante el silencio estruendoso de los medios de comunicación.

Vicent Marí baila ahora abrazado a un espectro político al son de una marcha fúnebre muy lenta, casi agónica, rezando plegarias a su Dios Único, el sagrado e irremplazable Turismo de Masas que nos ha liberado del castigo mitológico y bíblico de comer algarrobas, por eso siempre sea alabado.

Mientras tanto, sobre la cabeza del presidente se cierne un enorme y embarazoso elefante teñido de verde militar que quisiera fusilar a 26 millones de españoles y al que nadie parece hacer caso.

La estrategia del PP ibicenco es bien clara: el elefante teñido de verde militar no existe. La parálisis del Consell frente a la crisis, tampoco existe. Lo único que existe son los elogios que ellos mismos redactan y publican bajo el eufemismo de “publicidad institucional” y que se pagan con dinero público.

Se trata de una táctica caciquil muy antigua, aunque nunca se había aplicado de forma tan descarada y clamorosa por parte de un gobierno insular. Incluso puede que su estrategia les funcione, porque poderoso caballero es don dinero, porque no está la oposición socialista muy pujante que digamos, y además porque el espacio a la izquierda del PSOE se encuentra dividido entre Unidas Podemos y el progresismo insularista y ecologista.

Sea el que sea el resultado, es crucial dejar bien clara una cosa: si el PP repite al frente del Consell, ya no lo hará bailando con socios zombies, sino al son del elefante teñido de verde militar que tanto se esfuerza en ignorar.

El núcleo del proyecto político del PP consiste en proteger y perpetuar al monocultivo turístico, porque eso significa proteger y perpetuar al propio PP. Y cuando lo esencial está en juego, bailar con elefantes verdes es peccata minuta.