Cada nueva expresión, cada centímetro de crecimiento, en general cada evolución se celebra con júbilo. | Pixabay

Quizás la mayor satisfacción que puede tener un padre o una madre es ver a sus hijos crecer de forma saludable. Cada nueva expresión, cada centímetro de crecimiento, en general cada evolución se celebra con júbilo. Estamos deseando que exprese su primera palabra, que dé su primer paso, que comience a leer, que sepa escribir, etcétera y cuanto antes lo haga mejor.

Estos deseos se reflejan de forma habitual en el lenguaje y las expresiones que utilizan los padres para comunicarse con los hijos: “que mayor está mi chico, ese peinado es de mayores, pronto irás al cole de los grandes, etc.”. Por otra parte, si le añadimos que se recriminan algunas conductas con frases como: «¡No seas bebé!, eso es de críos, tu ya eres mayor, etcétera». Directamente se proyecta una especie de ‘adultismo’ como estrategia para que los chicos se motiven.

De esta manera los hijos tienden a imitar a los adultos, limitando en ocasiones comportamientos más propios y lógicos de su edad. Buscan reafirmarse en frases que representen que son mayores. Como ejemplo tenderán a ponerse más edad de la que realmente tienen, si les faltan 4 meses para cumplir años ya dirán que tienen la edad venidera.

Socialmente se admira a los ‘niños prodigios’. Solo hay que ver el éxito de los programas televisivos donde menores de 12 años realizan y dominan campos artísticos/profesionales más propios de adultos. Cuanto más pequeño es el niño y más pronto lo consigue hacer, más admiración obtiene del mundo adulto. Pero no hace falta recordar la larga lista de ‘muñecos rotos’ cuando estos chicos se convierten en adultos y ya no reciben la ansiada admiración social.

Es fácil encontrar a niños y niñas de tan solo 3, 4 o 5 años en actividades, talleres, academias, deportes, etcétera, cuya complejidad es claramente inadecuada para sus posibilidades cognitivas y/o físicas. Fundamentado en la estimulación temprana «si antes toca el piano o el violín, si antes empieza a leer, si antes empieza a jugar a tal deporte, etcétera, mejor». Quizás con esto busquen una mejoría de la especie o quieran crear algo parecido a un ‘niño prodigio’. La evidencia científica demuestra que las exigencias que superan las capacidades suelen generar frustración y baja autoestima.

Si nos fiamos del informe PISA sobre los sistemas educativos de todo el mundo, el modelo finlandés es con diferencia el mejor. Parece ser que el «cuanto antes mejor» no es uno de sus pilares educativos, ya que por ejemplo no aprenden a leer hasta los 7 años. Otro ejemplo es que la mayoría de niños no empiezan en el sistema educativo formal hasta los 6 años. En España prácticamente el 95 % empieza a los 3 años. Uno de sus objetivos es enseñar al niño cuando está ‘maduro’, basando los aprendizajes en sus propios intereses y en ningún caso adelantando los conocimientos a sus propias capacidades.

Respetar los tiempos de maduración y evolución de los menores, adecuando sus actividades a sus capacidades y gustos. Evitando inculcar actitudes y comportamientos ‘adulterizados’. Respetar las etapas del ciclo vital y ayudar a que disfruten y vivan de forma plena la infancia será el mejor cimiento para que nuestros hijos tengan una vida adulta satisfactoria.

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