Los medios deben ser libres, deben tener las líneas editoriales que quieran. | Pixabay

Hace unos pocos días leí una publicación en una red social de un político local criticando a un medio de comunicación de la isla y a los periodistas que trabajan en él, y no era la primera vez. Que no se me malinterprete: cada uno puede criticar lo que considere oportuno, el problema no es ese ni mucho menos. Y menos mal que podemos hacerlo, mucho ha costado conseguir y mantener un Estado democrático de Derecho en nuestro país que pueda garantizar derechos fundamentales como el de la libertad de expresión.

El problema viene cuando dentro de la crítica se dicen cosas tales como que los medios privados no deberían existir o que una persona que no tiene ni idea de periodismo pretenda repartir carnés de buenos y malos periodistas. Dentro de este tipo de afirmaciones subyacen ideas extremadamente peligrosas que dejan entrever la verdadera cara de quien dice tal barbaridad, ideas que realmente van con la intención de controlar y acallar al que no sigue la corriente de sus dogmas, ideas que van en contra precisamente de derechos básicos como el de la libertad de expresión y el de informar y ser informados.

La pulsión autoritaria de esta clase de gente es una demostración más de que las democracias modernas sí están amenazadas y no únicamente por corrientes políticas que podamos considerar extremistas. Ellos desean que se difunda únicamente su verdad. Además, el peligro serio se crea cuando estas personas tienen responsabilidades públicas y toman decisiones con los recursos que son de todos los ciudadanos.

Por otro lado, también tenemos los casos de los muchos políticos que se niegan a contestar o atender a los periodistas cuando preguntan por cuestiones incómodas. De lo que no se dan cuenta esos políticos es de que no están perjudicando al medio que les pregunta sobre un tema, sino a toda la ciudadanía a la que se supone representan y al que niegan una explicación. También cabe el caso de que sí se den cuenta y de que simplemente les dé absolutamente igual. Cuando uno tiene una responsabilidad pública debe dar la cara, más aún con cuestiones delicadas o difíciles, pues lo contrario es sencillamente cobardía.

Los medios deben ser libres, deben poder tener las líneas editoriales que quieran y ya tratarán las noticias como mejor consideren. El público, después, es libre de consumir o no el medio que sea, de quedarse únicamente el titular o leer también en el contenido para ver si realmente el titular era tendencioso y para conocer toda la noticia, de tener diferentes fuentes de información y de contrastar las cosas o de no hacerlo y de tener, o no, una actitud crítica y capacidad de pensar por uno mismo.