Choca sobremanera que a estas alturas sigan siendo tan brutos.  La pasarela de s`Estany des Peix es un grotesco insulto a la sensibilidad y al paisaje. Pero ¿qué estudian estos ingenieros, qué idea de estética cultivan los arquitectos, qué manuales han trasegado los urbanistas, qué pesadillas proyectan los políticos con el dinero público que esquilman y derrochan? ¿Se creen que el paisaje pitiuso es una viñeta de Flash Gordon? Para estos chicos tan viajados con dieta oficial, el summun de elegancia y    refinamiento son los pepinos de Benidorm. ¡Y qué decir de los de Medio Ambiente! Abundan los ecolojetas con máster en película de Disney y ni idea de naturaleza, lo cual es una desgracia que no se merece la sagrada y vital ecología.

Por supuesto que hay gente estupenda y muy preparada, pero da la sensación de que, en demasiado de lo que se promueve de forma oficial, abunda la chapuza. Y eso es intolerable. Ya no estamos en los años de despertar turístico, que tanto engendro fomentó con la excusa de la pela fácil. Se arruinaron pueblos y costas y tradiciones mientras se despreciaba la cultura y la belleza.   

Afortunadamente la peña ya no traga estas ruedas de molino futurista y la reacción ante la abominable pasarela de Formentera ha sido justa y tremenda. ¿Qué harán ahora? Se les observará con lupa.

Los políticos con dinero son peligrosísimos porque acostumbran a tener muy mal gusto. Al madrileño Ruiz Faraón le paró los pies Tita Thyssen, que salvó el Paseo del Prado encadenándose a un árbol. Al Ruiz de Vila nadie le paró al machacar Vara de Rey. En Formentera han obligado a sus políticos a rectificar.