Llevo unos días leyendo con interés el documento del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que eleva el gobierno de España a la Unión Europea para su aprobación con motivo de la concesión de los fondos Next Generation que España espera recibir.

Llueven ríos de tinta alabando la iniciativa europea y el plan recoge a la perfección lo que la Unión Europea quiere oír, esto es, que España es consciente de la realidad que estamos viviendo: pandemia, crisis económica y social y crisis ecológica y que propone un plan basado en reformas e inversiones para hacer frente a esta indeseada realidad. Reformas e inversiones que tienen tres objetivos desde el punto de vista económico-financiero, social, territorial y medioambiental: recuperación a corto de la crisis sanitaria, transformación estructural a medio y desarrollo sostenible y resiliente a largo plazo. El plan tiene como ejes fundamentales y transversales la transición ecológica, la transformación digital, la cohesión social y territorial y la igualdad de género, 10 políticas palanca y 30 componentes. Todo ello articulado, dice el plan, desde una perspectiva humanista que garantice los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos.

La iniciativa de la Unión Europea y la respuesta española son de aplaudir, un alineamiento perfecto con las necesidades de la coyuntura actual. Iniciativa y respuesta que pueden expresarse como una intervención (ya veremos a qué nivel) en las distintas actividades económicas, sociales, territoriales y ambientales con el ánimo de sostenerlas y hacerlas perdurables.

La perspectiva humanista a la que hace referencia el plan se ventila en una línea de 200 páginas. Queda muy bien. Ahora, ¿cómo casa esta perspectiva con el punto de vista de los tres objetivos de las reformas y las inversiones? La conexión entre la perspectiva humanista y el punto de vista económico-financiero, social, territorial y medioambiental tiene un salto inconexo en cuanto a la causalidad y la necesidad, no explicitado y arbitrario. La perspectiva humanista engloba más elementos que los tres que se presentan en el punto de vista. Esta decisión de acotar ya es una perspectiva de la cual el plan no habla; y es un punto importante porque repercute en qué realidades se invierte. Es humanista la moral, la ética, la educación, no en competencias digitales si no en valores, el pensamiento crítico, la capacidad de reflexión, los sentimientos, como el amor o la solidaridad, es humanista obrar con bondad, verdad e inteligencia emocional. No está esta perspectiva o punto de vista en el plan. ¿Por qué?

Hay expertos que sostienen que la crisis eco-lógica/-nómica, incluso la sanitaria, es consecuencia de una crisis de valores y de educación. Casi cualquier filósofo, epistemólogo, pedagogo o antropólogo estaría de acuerdo con esto. Y, sin embargo, el plan no les hace referencia y no contempla acciones decididas para hacer frente de raíz a estas crisis. Se echa de menos, aunque fuera a largo plazo.

Esta carencia no es de sorprender, solo puede darse lo que se es, se tiene, o se es capaz de producir y solo puede recogerse lo que se ha sembrado (si el tiempo lo permite), por lo que el plan es una consecuencia de nuestra forma de ser. Para explicitar esta forma de ser que causa todo lo demás, la primera pregunta que me hago es: ¿cuáles son los valores implícitos detrás de la perspectiva humanista que están liderando este plan de reformas e inversiones? Porque toda esta lectura de la realidad y el plan de acción bien puede ser sostenido desde planteamientos de valores diferentes, incluso diametralmente opuestos. Por ejemplo, desde el prisma capitalista o desde el comunista, la justicia o la riqueza, no se entienden igual. Incluso la recuperación sanitaria, la transformación estructural y el desarrollo sostenible y resiliente se pueden entender de formas diferentes.

Escarbando en el plan sí se encuentran referencias a valores, que dice el plan que se tienen que proteger. El plan hace referencia concretamente y de forma muy inteligente, a los valores constitucionales como fundamentales en toda esta acción política. Entiendo que es aquí donde encontramos en esta perspectiva humanista la conexión con los valores: los valores constitucionales. Aunque me sigue faltando la conexión entre la perspectiva humanista con estos valores y el punto de vista previo que sostiene los tres objetivos del plan.

Buscando ese nexo y profundizando en la referencia a los valores constitucionales me he tomado la molestia de acudir a la constitución española a ver de qué valores se está hablando y he encontrado los siguientes: justicia, libertad, seguridad, igualdad, el bien, el pluralismo político, la dignidad de la persona, etc. Y luego una articulación de derechos y principios que bien pueden entenderse como valores, como el desarrollo de la personalidad, el derecho a la vida (tiene narices que veamos la vida como un derecho), a la integridad física y moral, a la libertad ideológica, religiosa y de culto, a la intimidad, al honor, a la imagen, a la familia, a la educación, a la salud, etcétera. Curiosamente, estos valores no están definidos en sí mismos, ni en la constitución ni en el plan, así como tampoco se define lo que es un valor. Desde nuestra forma de ser no es de extrañar. Aunque de forma ostensible nuestra arena social y política ya los define de forma fáctica. Que cada uno saque sus reflexiones.

Hay que decir que el plan sí hace referencia explícita a más derechos y/o derechos-valores como la educación, la salud, la cuestión de género, la juventud, los cuidados, etcétera y los incluye en las componentes del plan. ¿Es esto último una buena noticia? Sin duda lo es.

Analizado el plan un poco mejor nos encontramos con una característica que es a la vez síntoma de valores implícitos que no están en la constitución y que se conectan con los valores fundamentales constitucionales, aun sin estar definidos, mediante una conexión no lógica, sino discrecional. Me explico; ¿dónde está dicho que sea un valor la digitalización objetual, competencial y sistémica y que conduzca a más salud, educación, cuidado y por lo tanto a una mayor justicia, libertad, seguridad, etcétera? ¿Qué estudios lo avalan? Este silogismo nos lo hemos saltado. Vamos como pollo sin cabeza detrás de una zanahoria que ya veremos si es comestible o indigesta.

El plan propone inversión en esos últimos derechos/valores para su digitalización, modernización y adaptación a la economía (ojo, economía) verde y no para su potenciación en sí mismos. Sí vamos a digitalizar la educación, pero ¿para qué? ¿para qué tipo de educación? Hay respuesta en el plan para esto: para, por ejemplo, adquirir competencias digitales, para, por ejemplo, una formación profesional digitalizada y con servicios avanzados. Sí. Todo eso ¿para qué? Ya hemos digitalizado la educación y la formación profesional. Sí, pero, para qué. En valores no se profundiza más que en decir que para modernizarse y ser más competitivos. Sí, pero ser más modernos y más competitivos para qué. Para, entiendo, poder disfrutar de nuestros derechos constitucionales y poder interiorizar y expresar los valores que nos brinda la constitución. Ahí vamos. Quién me define justicia, quién me define seguridad, quién me define familia, quién me define libertad, bien, el desarrollo de la persona, etcétera y me los enlaza como una consecuencia de la digitalización.

No encuentro en todo el plan partidas presupuestarias para afrontar estas preguntas, para afrontar estos valores. ¿Dónde está la partida de 3000 millones de euros para educar en valores, dónde está la partida de 2000 millones para educar en civismo, dónde está la partida de 1000 millones para reflexionar sobre la justicia o el sentido del bien? ¿Dónde se promueven los PERTE en pensamiento y valores, por ejemplo? ¿Cómo vamos a controlar el arma de doble filo de la digitalización: tecnologías de libertad versus tecnologías de dominación?

No deja de sorprenderme la intervención de una de nuestras ministras: «no hay nada mejor para hacer ciudadanía que la cultura». Pues bien, la partida para cultura es de 325 millones de euros, un 0,19% del montante total. Deporte 300. Dónde está la partida para los créditos de libre configuración creativa, dónde hay una partida importante para el arte, donde está la partida para la ética, los valores o la innovación social. Donde está la partida para el pensamiento crítico, para crecer como personas, para el desarrollo personal, para la felicidad, para el desarrollo de sentimientos como el amor o la bondad.

¿Quién ha decidido que la tecnología y la digitalización tengan que tener un peso tan relevante en nuestra economía, en nuestros estilos de vida, en nuestro entorno, en nuestros yoes?: Los intereses, el mercado ¿Por qué hay niños de 11 años con un móvil de esos modernos con una supervisión mínima en casa o en las escuelas? Los tenemos tecno drogados. Estirar desde los valores constitucionales no nos responde a esto.

Hay que ser justos. El plan sí habla entre líneas de la humanización de la tecnología, del humano, pero no define qué significa esto ni he visto ninguna partida de 3000 millones para tratar de averiguarlo. Plantear humanizar es ya un síntoma muy preocupante. ¿Qué ocurre, que ahora no es humano?

Hay una partida para la digitalización de la administración pública. Ojo. ¿Nos va a dar más libertad o va a servir para tenernos mejor controlados? (Estos días he abierto una cuenta para mi hijo, estudiante de 17 años y ¡he tenido que firmar 12 veces! Virtualmente por supuesto. 12 firmas para abrir una cuenta corriente; cada firma refería a un documento que obviamente no he leído, porque si los leyese todavía estaría leyendo y seguramente no los habría firmado. He tardado 45 minutos en abrir 2 cuentas. En mis tiempos en la banca eran dos firmas y 10 minutos. Algo no funciona en la digitalización.) Tenemos que poner la tecnología y la administración decididamente al servicio del ciudadano y no a la inversa y, lamentablemente este plan está invertido en estos términos: el ciudadano está al servicio de la digitalización: «te vamos a dar dinero si digitalizas».

Otra vez hay que ser justos con el plan. Si bien no hay ninguna componente (de las 30) de modernización o impulso de la calidad humana, sí la componente 21 nos habla de educación y educar, pero cuidado, se deduce del plan que es educar para convertirnos en capital humano, ¿en capital humano para qué? ¿Qué nos viene a la cabeza cuando oímos ‘capital humano’? El plan lo presenta al lado de otros capitales: natural, institucional, científico y tecnológico. No habla del capital moral. ¿Por qué? Es nuestra forma de ser y en su facticidad, en sus hechos, encontramos la respuesta: Capital, recursos, medios de producción, valor ¿para qué fines? ¿les suena?

Hay que volver a ser justos con el plan, en la componente 21 nos habla de educar en valores cívicos, eso sí envuelto en la brecha digital y palabrotas por el estilo. Y el componente 22 habla de servicios sociales, eso sí vectorizados por la tecnología.

Esto es todo lo que hay de ‘humanismo’, amén de la salud, al menos lo que yo he encontrado, clara muestra de la disociación moral en la que estamos envueltos. Y es serio. Una inercia voraz de supuesto avance a través de la digitalización sin saber muy bien de por qué o para qué se avanza y una ceguera moral que alimenta un sin rumbo que gracias a dios la necesidad biológica (no moral) de sobrevivir (un tema de instinto) en el planeta necesariamente cuidándolo se ocupa de compensar (ni si quiera hay consenso en qué acciones son las adecuadas desde el punto de vista ecológico, pero al menos sí encontramos la transición ecológica como un eje transversal).

El plan dice «sitúen en el centro a las personas». Sí, pero en el centro de qué, ¿rodeada de cachivaches, de inputs y obligando a outputs condicionados y envueltos en la digitalización? Urge incorporar los valores como un eje transversal de nuestra sociedad y desplazar la digitalización a una ancilla de los mismos; ésta al servicio de los primeros y no al revés. Formemos a las personas en valores éticos, autoestima, inteligencia emocional, resiliencia, autoconocimiento, solidaridad, amor, confraternidad, etcétera en primer lugar y la digitalización que ocupe su lugar natural: un martillo en la estantería que pueda usar cuando yo quiera y no cuando el martillo o su fabricante decida mediante la persuasión o la seducción. Hagamos de la tecnología medios y no fines, pero medios dirigidos a fines, valores claros y distintos. Para la ciencia hace falta dinero sí, pero para el ‘humanismo’ (si vale la distinción) también hacen falta fondos, mucho dinero. Igual ese nexo de unión que me faltaba entre la perspectiva humanista y el punto de vista del plan lo encontremos en las falsas dicotomías que nos tienen hipnotizados y que castran el espíritu del plan: cultura-naturaleza, ciencia-humanidades, letras-números, personal-profesional, individual-colectivo, determinismo-libertad… Resolver toda esta madeja está por hacer. Pongamos miles de millones a trabajar para ello pues la humanidad que nos crearemos con este dinerito de los fondos Next Generation no saldrá gratis, pero la que soñamos tener y no tendremos tampoco.

* Artículo publicado el miércoles 5 de mayo de 2021 en la edición de papel de Periódico de Ibiza y Formentera.