Imagen de archivo del puertp de La Savina.

Con el incipiente inicio de la temporada turística, muchos servicios y establecimientos empiezan a ampliar sus equipos y a poner todo en orden para recibir a los visitantes.

Entre el personal recién incorporado, encontramos a excelentes profesionales en todos los sectores, pero siempre hay alguno que se ha excedido durante el invierno en el consumo de streaming de series policiacas, detectivescas o de guardaespaldas y como en todo, los excesos son malos.

No es difícil encontrar a un empleado dedicado a la noble aunque simple tarea de recoger los billetes de alguna de las navieras para ir a Ibiza al que el logo de la camiseta y el walkie talkie se le han subido a la cabeza, imprimiéndole un aire marcial muy coreano -del norte, por supuesto- que parece andar perdonando la vida a unos viajeros que al discípulo de Van Damme le deben parecer borregos camino del matadero, a juzgar por el trato al que somete a aquellos que han pagado casi 30 euros por un trayecto de media horita.

Puede pasar lo mismo con alguno de los que se dedican al alquiler de vehículos, o de apartamentos, que parecen tener la llave de tu felicidad, eso sí, a precio de oro. La atención en algunos casos es borde, fruto probablemente de una falta de capacidad para el puesto o simplemente que son eso que usted y yo pensamos.

Y si hablamos de algunos efectivos de la policía portuaria, eso amigo, son palabras mayores. Si pisa usted una baldosa que no acaba de ser el recorrido previsto por el agente puede pasar a ser sometido a un interrogatorio. Alguna vez me he puesto a observar atentamente a ver si localizaba a los terroristas que pudieran haber activado la amenaza. Por fortuna, este estado de excepción no suele durar mucho. A mitad de temporada a los súbditos de Chuck Norris ya se les ha pasado el subidón de adrenalina y todo se normaliza. Paciencia.