Dos personas disfrtando del sol en una playa de Ibiza. | Daniel Espinosa

Una semana más ante la página en blanco sin saber muy bien de qué escribir, qué contarles o sobre qué reflexionar. Sin saber muy bien que transmitir les en este artículo porque cada vez me siento menos capaz para decir a nadie qué tiene que pensar o qué es más o menos importante en su vida. Cada lector, cada persona, usted o yo, tenemos que ser suficientemente libres para pensar por nosotros mismo sin que nadie escriba unas líneas que puedan influir en sus vidas.

Además, creo humildemente que todo ya está dicho. Podría volver a escribir sobre lo bien o lo mal que lo hace alguien en cuestión, sobre las decisiones que ha tomado o dejado de tomar el político de turno, o de cómo está a punto de reventar Ibiza o el mundo en general. De si las calles están limpias, sucias o todo lo contrario, de las obras interminables que llenan de agujeros cualquier lugar cada inicio de temporada, de las inauguraciones o promesas en busca del voto perdido cada cuatro años, de los problemas de nuestras playas, de la contaminación de nuestras aguas, del colapso de cada verano en nuestro aeropuerto o de la falta de personal por el drama de los alquileres o los bajos sueldos. De que aquí no viene nadie porque no hay quien venga o de que posiblemente moriremos de éxito. O, incluso de que los coches que llenan nuestras pequeñas carreteras en verano cada vez son más grandes, aumentando exponencialmente el número de chulos y prepotentes que ponen en riesgo nuestra salud. Claro que sí, que podría escribir de todo esto, pero lo cierto es que ya se hecho en multitud de ocasiones, mucho mejor que yo, y además con mis palabras lo único que haría sería llevar su hastío hasta el infinito arriesgándonos a perder aún más lectores en papel.

Así que, sinceramente, no sé muy bien que escribir. Había pensado en mi primer amor en el campamento de verano de Villar de Campoo, de mis primeros besos y fracasos amorosos en la discoteca del pueblo, de mis primeras borracheras en noches inolvidables junto a un grupo de amigos que siempre van conmigo aunque ciertas circunstancias de la vida nos hayan separado durante un tiempo, o de cómo me enamoré hasta las trancas de una chica en los primeros años de carrera dedicándola mis goles cuando yo aún era un futbolista con cierto futuro y un imberbe que soñaba con informar de lo que pasaba muy lejos de mi casa. O, de cómo han cambiado los medios de comunicación desde que comencé haciendo prácticas en un gabinete de prensa para luego dar muchos tumbos hasta llegar a esta isla que me acogió con los brazos abiertos dándome tantas cosas que no se sí alguna vez podré devolvérselo como merece.

Fue entonces que pensando en que aquí he encontrado mi lugar en el mundo, he conocido gente maravillosa y que sigo viviendo de una profesión que me encanta, que me he dado cuenta que tal vez si haya algo sobre lo que hablarles. Pero no en modo negativo ni en modo de queja sino que al menos por una vez de podíamos dar la vuelta a la tortilla contando que somos unos privilegiados por vivir donde vivimos y tener lo que tenemos. O al menos, simplemente probar eso de coger un folio y escribir lo bueno y lo malo para luego hacer balance.

Poner en un lado nuestros amigos, esa gente con la que compartir risas, buen rollo y confidencias en torno a una cerveza viendo el mar y en el otro que hay muchos sitios donde los precios no son competitivos. En un lado que la isla es pequeña y la recorres sin mucho esfuerzo y en el otro que cuando llega el verano hay atascos tremendos. En un lado, el poder comer o cenar viendo el mar y en el otro que hay meses donde está todo masificado. En un lado el encanto de los pequeños pueblos y en el otro la falta personal... Y así hasta que se cansen. Yo lo hice y no me sale a cuenta seguir quejándome por todo porque aunque no vivimos en el paraíso muchos se cambiarían por nosotros y el que diga lo contrario miente.

Pero en fin que no pretendo hacerles reflexionar ni marcarles un camino. Ni en broma. Es, simplemente, una chorrada más o menos larga de un humilde mezclador de palabras que tiene que llenar una página en blanco cada semana mientras ve como se le acaban los temas. Solo espero no haberles aburrido.