Una celebración durante uno de los partidos. | ARGUI ESCANDON

La selección española de futbol femenino ha dejado huella a su paso por Ibiza en los partidos preparatorios para el Mundial del próximo verano de Nueva Zelanda y Australia.

Asistí a los dos partidos y disfruté del futbol como hacía mucho tiempo que no gozaba. El fútbol masculino está demasiado intoxicado por sueldos millonarios, contratos publicitarios de cifras mareantes, presuntos maletines que compran partidos y un sinfín de asuntos extradeportivos que me alejan de este noble deporte.

A todo lo dicho podemos añadir, la competencia entre los propios jugadores de un mismo equipo y las toneladas de testosterona que hay en el campo, que convierte a los jugadores en trogloditas desbocados, rompiendo la magia del juego.

Las chicas seleccionadas por Jorge Vilda forman un equipo compacto y eficiente, con un juego brillante, estrategias bien diseñadas y sonrisas permanentes.

Nada más llegar al estadio me sorprendió el trio arbitral, liderado por la colegiada macedonia; Ivana Projkovska. El calentamiento previo al partido de las arbitras era una exhibición, una serie de ejercicios en una coreografía perfecta, propia del ballet nacional de la península balcánica.

El partido fue un espectáculo balompédico impecable, juego limpio, sin tarjetas y con las faltas solo imprescindibles y acabó con un 4 a 2 en el marcador con doblete de Jenni y doblete de Salma dos delanteras que podrían ser ejemplo para muchas de las estrellas del futbol masculino.

Pero las féminas están empezando a llenar estadios y empiezan a mover mucho dinero y ese va a ser su principal enemigo. La pasta probablemente acabará apoderándose del deporte, para convertirlo en una copia de su homologo masculino. Pero hasta que eso pase, hágame caso y disfrute del juego si le gusta el futbol de verdad.