El próximo domingo 7 de mayo se celebra el Día de la Madre. Sé que suena a tópico o a slogan de esos comerciales pero creo que todas nuestras madres no deberían tener un día específico porque cualquier momento es bueno para reconocerles todo lo que han hecho por nosotros.

No en vano, aunque haya quien pudiera tener una mala relación con su progenitora, nadie puede olvidar que ella es quien nos dio la vida y que sin su esfuerzo en el momento del parto ninguno de nosotros estaríamos aquí. Y es que al final, nosotros los hombres ponemos la semillita en un momento concreto pero ellas son las que hacen el verdadero esfuerzo que supone sentir como un ser va creciendo en tu interior mientras te cambia el humor y el físico y finalmente a empujar y empujar hasta que por fin venimos a este mundo.

Y luego con el paso de los años se convierten en muchos casos en heroínas sin capa que juegan un papel fundamental en nuestra educación mientras lo compaginan con su trabajo diario y con ese otro que no tiene el reconocimiento necesario como es el de trabajar en casa, llevarnos de aquí para allá y, sobre todo, estar cuando más lo necesitamos. Porque una madre siempre está ahí, generalmente en un segundo plano, como una pequeña hormiguita para hacernos la vida mucho más fácil.

La mía no es una excepción con el valor añadido de que con el tiempo se ha convertido en una amiga y en una confidente a la que le puedo contar casi cualquier cosa porque siempre me entiende, me comprende y siempre tiene una palabra de ánimo y optimismo para que yo entienda que de todo se sale por más que vengan mal dadas. Vivimos juntos y yo creo humildemente que hacemos un magnífico equipo, yo chupando del bote y ella tirando del carro aunque ella me dirá que no. Yo siendo un comodón y ella siendo la parte responsable. Yo el desastre, el cabeza loca, y ella la voz de la conciencia que me pone los pies en el suelo. En fin, ella la buena y yo el regulinchi.

Y es que la Julia es una mujer fuerte, decidida y empoderada a la que la vida le ha dado muchos más palos de los que merece, pero que nunca se ha dado por vencida. Desde hace más tiempo del deseado le faltan su padre, su madre, algunos de sus hermanos y sobre todo su principal apoyo, mi padre y su marido, y a pesar de todo es capaz de darme lecciones cada día sobre lo bonito que es estar vivo y disfrutar del sol y del aire cada mañana.

Es cierto que fuma como una cosaca y que está un poco delgada, y que tal vez debería cuidarse algo más, pero que le voy a decir yo cuando es un ejemplo de fortaleza y de resistencia. Y es que la Julia es de esa raza que solo se queja cuando el dolor es insoportable, no como nosotros que a la mínima nos quejamos o lo publicamos en cualquier red social porque nos creemos los más importantes del mundo y que todo el planeta gira a nuestro alrededor.

Podría continuar detallándoles todo lo que supone para mí mi madre, lo que me ha aportado todos estos años y lo importante que es para mí cada día pero supongo que se aburrirán y sobre todo que pensarán que la Julia no es la única y que cada uno de nosotros tenemos una madre de la que presumir. No les falta razón pero si de algo sirven estas humildes líneas es para hacerles reflexionar de que cada día que pasa tenemos que darles gracias por existir y por estar ahí porque aunque suene duro lo que les voy a decir cualquier día puede ser el último en que estemos aquí y luego llegará el momento de arrepentirnos. De decir aquello de… ay si le hubiera dicho, ay si hubiera hecho, ay si le hubiera abrazado, ay si me hubiera ido a comer o cenar con ella o… ay si le hubiera pedido perdón cuando tocaba dejando atrás mi orgullo.

Porque sí, porque yo soy orgulloso, cabezón, obstinado y si no fuera por Julia no sería lo que soy. De hecho, directamente no sería nada porque no estaría aquí escribiendo esta chorrada. Así que sí, aunque sea con una semana de adelanto, gracias por todo mamá y mil gracias por darme todo. ¡¡Feliz día de la madre!!