Una amiga se lamentaba el otro día del incremento de casos de ghosting mientras refrescaba de manera obsesiva su cuenta de Tinder. Que tu tribu esté compuesta por personas muy diversas no es sino una fuente de conocimientos cuando llevas con tu pareja más de una década y desconoces los códigos de esas aplicaciones de citas en las que se confunden los intereses de quienes buscan amor y se topan solo con sexo. «¿A qué te refieres con eso?», le pregunté curiosa. «Bueno, ya sabes, a las personas que desaparecen cuando te están conociendo. Es decir, tú has tenido una cita, todo ha ido de maravilla, y de un día para otro dejan de responderte, de llamarte y se convierten en fantasmas que han pasado por tu vida, pero de los que nunca obtienes una señal», me respondió con mirada hiriente. «¿Me estás vacilando? ¿pero eso ocurre tanto como para tener un término? ¿te ha pasado?», le cuestioné sin entender que hubiese tanto gilipollas suelto como para dejar escapar a alguien como ella. «Sí, y más de una vez», confesó bajando la mirada.
Yo, que acababa de leer el informe ‘Apps sin violencia’, de la Federación de Mujeres Jóvenes, que revela que el 22 % de las mujeres que tuvieron una cita a través de esta ‘app’ sufrieron una violación y que el 57,9 % de las entrevistadas se habían sentido presionadas para tener relaciones completas, decidí pedirle que me diese su teléfono. «Voy a hacer esto por tu bien», le espeté, y acto seguido eliminé la aplicación de su teléfono. Ella sonrió lacónicamente y me recordó que solo con volver a instalarla recuperaría su cuenta y volvería a hacer match sin remedio. Bromeé con ella diciéndole que algo así había hecho Marlasca a los guardias civiles que están viviendo en furgonetas en Ibiza, durante la visita del Ministro a la isla en la que aprovechó para hacer campaña electoral y sacar pecho, pero obvió los problemas de los funcionarios del Estado que trabajan en nuestra isla con sueldos precarios y que no son capaces de pagarse ni una habitación compartida.
A las preguntas de los periodistas sobre soluciones, pluses de insularidad, huelgas de jueces, de responsables de prisiones o de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado también les hizo el vacío porque si en algo son expertos nuestros políticos es en hacernos ghosting cuando ya no les interesa nada que no sea nuestro vulgar y humilde voto. Ellos, que critican a los empresarios como si fuésemos demonios que explotamos a nuestros empleados, aunque la mayoría seamos pequeños emprendedores y autónomos que trabajamos 12 horas al día y adelantamos los impuestos de facturas que tardamos meses en cobrar, maltratan mientras a nuestros médicos, profesores y demás trabajadores públicos vocacionales, leales y necesarios, condenándolos a la interinidad, congelándoles los sueldos, obviando que deben sacar plazas para cubrir bajas, jubilaciones y vacantes y negándoles así un acceso digno a la vivienda.
Mi amiga me miró con cara de póker y me pidió que no le hablase de política, mientras paseaba su uña de gel, perfectamente cincelada, por la pantalla de su móvil mostrándome que también estaba dada de alta en Badoo, Hily, Meetic y E-Darling. Sin poder salir de mi asombro, y pensando lo complicado y frío que es ligar hoy en día, le pregunté si sabía que Bumble es la aplicación que creó una de las fundadoras de Tinder, Whitney Wolfe, tras verse obligada a abandonar su trabajo por acoso del que fuera su novio, socio y jefe, Justin Meeten. «Pero, ¿cómo puedes saber esas cosas, Montse?». «Bueno, tengo una curiosa capacidad para retener datos aparentemente poco relevantes y me leo varios periódicos al día. Al final, toda esa información se me queda grabada para poder tener conversaciones como esta», le respondí entre risas.
Wolfe decidió crear una app que solucionase los defectos que ella misma había detectado en Tinder y que suponían la cosificación de la mujer, poniéndola en peligro ante posibles casos de acoso y de abuso. «Con ’andar en tropezones’ decidió crear una herramienta dirigida por y para nosotras, convirtiéndose, además, en multimillonaria al estar valorada en 14.000 millones de dólares, ni más ni menos», relaté buscando con ahínco el último anacardo del bol que nos habían dejado en la mesa. «La mayoría de sus empleadas son también féminas y sus primeras usuarias lo hicieron posible, entre ellas Sharon Stone, así que cruza las piernas y saca el picahielo, porque los tiempos han cambiado y nosotras somos libres de escoger dónde y cómo relacionarnos, siempre y cuando esas relaciones sean equitativas y saludables», concreté. «Por lo que dicen, esta aplicación se basa en la amabilidad, en el respeto y en la igualdad y eres tú la que da el primer paso y responde solo si está cómoda y la conversación es respetuosa», le relaté mientras alzaba feliz mi fruto seco con la mano.
«Por cierto, ¿te he contado alguna vez que yo conocí a Juan Carlos en Twitter?». «Pero, ¿qué dices?», respondió robándome mi trofeo y haciéndome sentir como la ardilla de la «Edad del Hielo». «¡Sí!, pero esa es otra historia y me daría para otro artículo. El amor puede nacer en cualquier parte, lo importante es que sepamos dar en la tecla adecuada y que fluya en la misma dirección entre las dos partes».