Durante siglos, eminentes teólogos discutieron si los ángeles –y quien dice ángeles dice demonios– eran masculinos, femeninos, neutros, epicenos o de género queer antes de que se inventase y si bien la opinión mayoritaria y gramatical es que todos eran tíos, no faltaban heterodoxos asegurando que habría de todo. Discusión bizantina, aunque transcendente, por fortuna ya superada. En la Tierra hay varios sexos y géneros, en el cielo y el infierno no. Allí todo es muy masculino, como en ciertos westerns, razón por la que según el Libro de Enoc, viendo los ángeles que las hijas de los hombres eran hermosas, descendieron en picado a fin de desposarse con ellas. Por la envidia y la lujuria, pecados capitales de origen angelical, como la insumisión. El Génesis matiza que no eran ángeles, sino ángeles caídos (naturalmente), es decir, demonios. Qué más da. Lo cierto es que eso de los géneros es un fenómeno estrictamente terráqueo, y en el Más Allá no hay nada parecido. Mejor no visitar un sitio así, y menos para largas estancias. Ángela es un nombre propio, pero la palabra ángela para referirse a esas criaturas celestiales ni siquiera existe, aunque sí diablesa. Significativo, y prueba de que las carencias del cielo repercuten gramaticalmente en la tierra. Y en el cielo no hay chicas. Ni ángelas ni tampoco angelotas, esos bebés angelicales que el arte sagrado representa como cabecitas infantiles con alas en el cogote, y nada más. Para qué más, si total. Chicas ninguna; están todas aquí abajo. Se te quitan las ganas de morir por Dios y por la patria. Por eso será que tantos manuales de autoayuda insisten en que aprovechemos esta vida, porque la otra no hay quién la aguante. Y mira por dónde, la única esperanza de transcendencia es que en el diccionario sí que existe la palabra diablesa, y hasta diabla. Diablas sí, ángelas no. Vaya por Dios. Otro serio problema que no sé si afrontan los estudios de género, por su escasa afición a la teología. Gran error. De modo que aquí bajo nos sobran géneros, es difícil ajustarlos todos, y parece que en el cielo sólo hay uno. Mal porvenir para un vulgar hetero como yo. A ver si soy el único preocupado por el sexo de los ángeles.