El miércoles vino a cenar a casa una amiga con su marido. Ella está en tratamiento de quimioterapia para tratar de reducir al máximo un tumor en una mama, antes de extirparlo quirúrgicamente. Pese a los efectos secundarios que provoca la quimio, Antonia, que así se llama mi amiga, se encuentra bien y animada. Lo que más valora es lo bien que la atienden los profesionales sanitarios que la tratan, ya sea su oncólogo, ya sea su enfermera de oncología, ya sean los sanitarios de su centro de salud. Todos ellos conocen las peculiaridades de su caso y a ella le reconforta mucho que así sea. Le da confianza y también seguridad. Imaginemos la situación contraria. ¿Cómo se sentiría Antonia si no la viese el mismo especialista cada vez que tiene consulta? Insegura, falta de confianza hacia el profesional al que le toque visitarla y, por tanto, desconfiando del sistema público de salud que se supone debe trabajar para que ella recobre la salud lo antes posible.

La noticia ofrecida por este periódico, que el Servicio de Oncología de Can Misses se ha vuelto a quedar con un único oncólogo fijo en Ibiza ya que la otra oncóloga está de baja maternal, es descorazonadora y gravemente intranquilizadora para decenas de pacientes que luchan contra el cáncer. Por más que se intensifiquen los traslados de especialistas desde el hospital de Son Espases, que seguro lo harán estupendamente, el mero hecho de que el médico sea de otra isla y que incluso no sea el mismo que visitó al paciente varias semanas atrás, es atroz. Sabiendo que la solución no es fácil, debemos exigir a los nuevos responsables de la sanidad pública balear que pongan remedio a esta situación tan dolorosa para los pacientes oncológicos y sus familiares. Háganlo por ellos, pero también porque cualquiera de nosotros podemos estar en su situación en el momento menos pensado.