Me importan tres pimientos los motivos que llevan a unos chavales a los que, como es evidente y notorio, les falta un hervor, a vandalizar propiedades privadas. Lo mismo me da si lo hacen para protestar por la inacción del Gobierno para combatir el cambio climático, para salvar las ballenas, o para fastidiar a los visitantes multimillonarios que vienen cada verano a Ibiza.

Son delincuentes convictos y confesos; y por eso, tras perpetrar sus crímenes, son arrestados por las Fuerzas de Seguridad y puestos a disposición de la Justicia. Habrán de ser juzgados y, en caso de ser condenados, algo que cabe esperar, deberán cumplir la pena que les imponga un tribunal e indemnizar a los perjudicados por sus delitos, lo que auguro que no será barato. Entonces se les quitará la tontería. Porque hasta ahora, sus actuaciones se habían limitado a participar en campañas contra los jets privados, como las que tuvieron lugar durante las rúas de carnaval de Sant Josep, Santa Eulària y Vila. Por cierto, que el Ajuntament d’Eivissa que entonces presidía el socialista Rafa Ruiz, les soltó un total de 1.000 euros por dos premios: el tercer premio en comparsas de ámbito social (400 euros) y el tercer premio especial «al respeto al medio ambiente» (600 euros). Quién sabe si con ese dinero ahora compran la pintura con la que vandalizar bienes privados, con qué se yo qué excusa ridícula, que si los ricos contaminan más que los pobres y otras estupideces por el estilo. Muchos les rieron y también ahora les ríen las gracias por sus performances contra los ricos, pero eso de blanquear a delincuentes orgullosos de serlo, que publicitan sus crímenes por las redes sociales, tiene sus peligros. Igual se vienen arriba y deciden atacar las casas de aquellos que tienen aire acondicionado, o de los que no son veganos, o de los que, pudiendo ir en bici, van en coche. Ya no se limitan a la Rúa.