Como ya viene siendo habitual, una vez transcurrida la jornada electoral y conocido el resultado que ha arrojado el escrutinio de los votos emitidos; todos los partidos políticos sin excepción, hacen una interpretación que sistemáticamente es favorable a su propia formación política. Resulta curioso ver que, tanto ganadores como vencidos, sacan pecho por el resultado final y que independientemente de los votos obtenidos, todos acaban haciendo una interpretación positiva.
Lo que resulta mucho más difícil, es ver como los portavoces de las diversas fuerzas políticas, analizan los pros y contras de los resultados, dejando al margen los sentimientos de partido particulares. Pero sin duda lo más destacable del análisis que se pueda hacer de los resultados del 23 J, es la lección que los votantes, que no los partidos políticos, han acabado dando.
Frente a una clara progresión en diversos países de la Unión Europea de los partidos de la extrema derecha, léase Finlandia, Hungría o Italia, por poner algunos ejemplos muy claros; el resultado de las generales en nuestro país, ha resultado ser un autentico jarro de agua fría para esa misma extrema derecha. Aquí no tan solo han perdido apoyos de forma clamorosa, por mucho que sus dirigentes lo quieran disfrazar, si no que se ha bloqueado la que sin duda era su máxima aspiración, que no era otra que la de formar parte de un gobierno encabezado por el PP, su principal aliado.
Aquello a lo que la derecha española se ha venido negando sistemáticamente, establecer un cordón sanitario a los idearios machistas, racistas, homófobos, anti europeístas y negacionistas; lo han acabado fijando los votantes de nuestro país. De nada han servido las argucias puestas en práctica por la derecha española, retrasando en determinados territorios, unos acuerdos que estaban más que cantados, con la intención de que no salieran a la luz antes de las elecciones. Los votantes no han querido que el gobierno de nuestro país, este sometido a los indecentes dictados de la extrema derecha.
Por otro lado, hay que querer y saber mantener un mínimo grado de coherencia a la hora de hacer propuestas de cara a un hipotético próximo gobierno. El PP no se cansa ahora y a la vista de los resultados obtenidos, que resulta imprescindible que sí o sí, se deje gobernar en minoría al partido más votado, es decir ellos mismos. Sin embargo, aquí es donde sale a relucir la coherencia a la que yo hacía referencia, ya que es del género absurdo que te empeñes en reclamar algo que ahora te favorece, cuando anteriormente te has negado a aplicarlo en aquellos territorios en los que el partido favorecido habría sido tu principal rival.
Defiende ahora la derecha, que negarse a aceptar su propuesta significaría aplicar un bloqueo al Estado Español, pero se le olvidan al Sr. Núñez Feijóo algunos detalles importantes. No quiere recordar, que si de bloqueos en democracia tenemos que hablar, lo primero que debería pasar por su mente, es el clamoroso bloqueo a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que su partido lleva más de cinco años aplicando, incumpliendo con ello de forma escandalosa la propia Constitución Española. Por lo tanto, negarse a la renovación de los integrantes de la dirección de uno de los poderes que son la base de nuestra democracia, como es el legislativo, eso sí que es un clarísimo bloqueo al Estado.
También parece olvidar el PP, que según recoge nuestra Constitución, esa a la que tanto dicen defender, la nuestra es una «democracia parlamentaria». Eso pone en entredicho la necesidad de reformar la ley electoral en nuestro país, al menos en cuanto a lo que a la formación de gobierno se refiere. Ello significa, que son los diputados electos quienes tienen en su mano la conformación de la mayoría necesaria para elegir un Presidente y que este pueda proponer la formación de un determinado gobierno.
Si se da la circunstancia de que ninguno de los partidos políticos con representación parlamentaria, tiene la mayoría absoluta de los diputados que conforman la Cámara Baja; es entonces cuando se abre la opción de buscar los acuerdos necesarios entre los diferentes grupos políticos, que permitan conformar la mayoría que hace falta para investir a un Presidente. Y solo en el hipotético caso de que de esas negociaciones no se pudiera obtener la mayoría necesaria, sería lógico adentrarse en la búsqueda de otras opciones que pudieran permitir la investidura de un Presidente y por tanto la formación de un gobierno.
Este es el proceso perfectamente legal aplicable según el significado del concepto de «democracia parlamentaria». Solo en el caso de que fuera imposible componer una mayoría suficiente, debería buscarse una alternativa. Pero además esa alternativa, no tendría por que limitarse a un gobierno en minoría, ya que hay más opciones, alguna de las cuales ni se les pasa por la cabeza a los dirigentes políticos de nuestro país.