Hoy hace una semana que los españoles que quisieron, fueron a votar. Lo hicieron, bien por correo, bien presencialmente, 24.743.612 ciudadanos, un 70,40 por ciento de la población en edad de votar. Por el contrario, 10.402.450 ciudadanos, el 29,59 por ciento de la ciudadanía, optó por no votar. Siempre nos centramos, como es natural, en analizar lo que habrán querido expresar los electores a través de las urnas, e ignoramos el mensaje que elecciones tras elecciones nos transmiten aquellos que no votan, una legión que constituye casi un tercio de la población y que, si votaran, serían decisivos a la hora de conformar gobiernos y de otorgar el poder a unos u a otros.
El Partido Popular fue la formación más votada y, por tanto, ganadora de las elecciones. 8.091.840 ciudadanos prefirieron la papeleta del PP, lo que le otorga 137 escaños tras el recuento de los votos de los españoles residentes en el extranjero.

El PSOE quedó en segunda posición, con 7.760.970 votos y 121 escaños. Pese a esto, la misma noche electoral, el candidato socialista a la reelección como presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, salió a la calle Ferraz en Madrid, cuartel general del PSOE, para autoproclamarse ganador de las elecciones. Como lo oyen. Y lo mismo sucedió en Palma con la líder del PSIB-PSOE y expresidenta del Govern, Francina Armengol.

Por más que la papeleta que ella encabezaba fue elegida por 151.134 ciudadanos de Balears, la que llevaba de número uno al ibicenco José Vicente Marí Bosó, fue escogida por 27.581 personas más. El PP, por tanto, logró 178.715 votos, siendo la fuerza más votada en la Comunidad Autónoma. Y aunque el reparto de escaños otorgó un empate a tres entre PP y PSOE, el legítimo ganador de las elecciones es el PP. Sin embargo, ahora resulta que 121 diputados (PSOE) son más que 137 diputados (PP). Y eso explica que ningún líder socialista se haya dignado a felicitar al ganador de las elecciones generales del pasado domingo, Alberto Núñez Feijóo. Sólo ese pequeño detalle da idea de la catadura democrática de ciertos dirigentes políticos, ante los que ese 30 por ciento de población que no vota, ciertamente parece poco..

INVESTIDURA

Otra cosa es, en verdad, que el resultado logrado por el partido más votado, sea suficiente para lograr la mayoría necesaria para conseguir la presidencia del Gobierno de España, algo que está difícil aunque no imposible, porque, en teoría y a día de hoy, Núñez Feijóo estaría en condiciones de obtener 172 escaños a favor de su investidura (con sus 137 diputados, los 33 de Vox, uno de Unión del Pueblo Navarro y otro más de Coalición Canaria), frente a los 171 escaños que podrían apoyar a Pedro Sánchez (con sus 121 diputados, los 31 de Sumar, los siete de Esquerra Republicana de Catalunya, los seis de EH Bildu, los cinco del PNV y uno del BNG).

Para que Sánchez pueda superar a Feijóo, necesitaría el voto favorable de JuntsxCat, el partido que lidera desde Bélgica el eurodiputado Carles Puigdemont, huido de la Justicia española para evitar ser juzgado por su responsabilidad penal en la declaración unilateral de independencia del año 2017. Y este partido ya ha dicho lo que reclamará para apoyar que Sánchez sea de nuevo presidente del Gobierno: amnistía y autodeterminación. La dirigente de JuntxCAT lo ha dejado claro: «»No nos moveremos ni un milímetro, porque nosotros sí que tenemos memoria. Sánchez tiene muchas deudas pendientes en Cataluña y no daremos ni un paso atrás».

Las cesiones que Pedro Sánchez deberá hacer para lograr ser investido presidente por otra legislatura serán de calado y está por ver que pueda conceder todos sus deseos a la pléyade de partidos independentistas y nacionalistas en los que habrá de dejar recaer la gobernabilidad de España. Ya saben, aquello que dijo que nunca haría, pero que ahora ya no le importa en absoluto hacer.
El sistema parlamentario tiene sus inconvenientes, algo que nos ahorraríamos de tener un sistema presidencial, donde el Gobierno de España dimanase de la voluntad ciudadana expresada en las urnas; y no de pactos políticos, a veces inconfesables, a menudo vergonzosos y humillantes, y casi siempre indignos, hechos de espaldas a los ciudadanos.

Nuestro sistema electoral otorga una preponderancia descomunal a los partidos nacionalistas e independentistas, que son mayoritarios en determinadas comunidades autónomas, por lo que a la postre se convierten en decisivos para elegir al presidente del Gobierno. Y eso no sería negativo si no fuera porque esas formaciones a las que me estoy refiriendo, como EH Bildu, ERC, JuntsxCAT y PNV, persiguen la independencia de sus territorios y, por tanto, acabar con la integridad territorial de España. Es con estos con quienes Sánchez ha de pactar para retener la presidencia del Gobierno. Sin haber ganado las elecciones.