Jornada electoral en Ibiza. | ARGUI ESCANDON

Los resultados de las elecciones generales del 23J han sido bastante inesperados, por haberse producido en un ambiente tremendamente crispado e intoxicado por las fake news de las derechas - amplificadas sin límite por sus medios afines - y por una verdader cascada de encuestas electorales falseadas y sesgadas con clara intencionalidad política.

Pese a este ambiente casi irrespirable, el pueblo español ha votado en libertad, con aumento de la participación a pesar del sofocante domingo de julio, demostrando su sabiduría y su gran madurez democrática. Es un verdadero orgullo ser parte de este pueblo.

Una vez contados los votos, resulta que los que el PP y Vox han tachado de «enemigos de España» representan en realidad a la mayoría absoluta del pueblo español: así lo acaban de manifestar las urnas: casi un 55% de los votantes no han votado para PP y Vox, sino que lo han hecho para aquellos partidos que las derechas han demonizado, llamándolos constantemente «terroristas, comunistas, filoetarras». O peor aún, han votado directamente para el «sanchismo», el más grave de los insultos.

Más de la mitad de los españoles ha votado para los «enemigos de España». Qué curioso, ¿verdad? Y eso que, desde luego, no se han escatimado esfuerzos ni medios para avisar al pueblo de los peligros que ello conllevaba.

A estas alturas, a las derechas ya no les vale decir que muchos votantes socialistas o de izquierdas están en contra de la política de Sánchez y de las alianzas del gobierno de coalición, visto que el PSOE ha subido tanto en votos como en escaños después de cinco años de «sanchismo» y visto que Yolanda Díaz ha logrado mantener el apoyo que tuvo

Unidas Podemos (alrededor de los tres millones de votos) en un momento extremadamente desfavorable por el anticipo electoral y por las desavenencias internas.

Las matemáticas son claras (a expensas del recuento del voto de los residentes en el extranjero): el único gobierno posible, aunque complejo, es una segunda coalición progresista. La única alternativa es el bloqueo y la consecuente repetición electoral. Feijóo no puede ser presidente y Vox se ha convertido en intrascendente.

Podría parecer una verdadera paradoja que a los patrioteros* exaltados de Vox y PP, en realidad no les guste España. Sin embargo, la aparente contradicción tiene fácil solución: al PP y a Vox por desgracia no les gustan los españoles y las españolas reales, tal y como somos, cómo pensamos o cómo votamos. Ellos se quedan en su fantasía de un país imaginario, uniforme, monolítico, y en la adoración de un pedazo de tela llamada bandera, confundiendo el símbolo con lo que representa, y encima usándolo como un arma partidista en contra de más de la mitad de la población de nuestro país.

No son capaces de comprender que nuestra diversidad, nuestra pluralidad, nuestros matices, nuestras culturas y lenguas son una enorme riqueza, y las perciben como amenazas para su país imaginario.

Nuestra libertad para ser y sentir tal como somos y sentimos les irrita, estorba y molesta sobremanera. Por eso hablan tanto de esa libertad espuria tan típica de Trump y de su imitadora ibérica Ayuso - y también de Prohens, la imitadora balear de la imitadora ibérica - que en esencia consiste en que los más ricos se libren de pagar impuestos.

Y por eso no pueden ocultar su pasmo ante el hecho que la gente española haya votado pensando más en quiénes han convertido sus trabajos precarios en fijos, o en quiénes les han subido las pensiones, o en quiénes han desinflamado el conflicto catalán, antes que en quiénes se arrodillan y se santiguan más ante la sagrada rojigualda, o en quiénes combaten con más fuerza contra una ETA que se disolvió y desapareció hace diez años, derrotada por la democracia durante el gobierno socialista de Zapatero.

La crispación política me parece lamentable, porque es muy dañina para la convivencia armoniosa y para la prosperidad de un país. No comparto el uso del lenguaje bélico en política, ni llamar enemigos a los adversarios políticos. La política debe ser diálogo entre quienes piensan diferente, y capacidad de llegar a acuerdos en el marco del interés general.

Por desgracia la estrategia de las derechas ha sido la opuesta, y tenemos que analizar el marco mental y político de los «enemigos de España» que han creado PP y Vox repitiéndolo hasta la extenuación durante la campaña electoral que acaba de terminar.

Y por suerte podemos concluir que ese marco de odio y de deslegitimación personal y política de los adversarios no les ha funcionado.

Porque el voto del pueblo español nos dice que, a lo mejor, los verdaderos enemigos de España no son los que se esfuerzan para llegar a pactos que mejoren las condiciones de vida y la convivencia en nuestro país, sino aquellos que tanto detestan a nuestro país, a nuestro pueblo y a nuestra patria tal como son.

*Definición RAE:
Patriotero-ra , adj. coloq.
«Que alardea excesiva e inoportunamente de patriotismo».