Varias jeringuillas con dosis de la vacuna contra el Covid-19, en el Hospital de Son Dureta. | Europa Press - Isaac Buj

Tengo un montón de gente a mi alrededor que ha caído enferma de Covid. Naturalmente, ya no es como hace unos meses, cuando los que enfermaban tenían que ir al médico e incluso a Urgencias de los hospitales, atemorizados por haber contraído el temible coronavirus que se ha llevado por delante a más de 121.000 personas en España. Ahora, en la gran mayoría de casos, cursa como un resfriado que puede pasar desapercibido y no ser relacionado con la Covid. Yo mismo enfermé en la primera semana de julio. Atribuí el resfriado a los golpes de calor por el contraste entre el calor ambiental y la baja temperatura del Parlament, con el aire acondicionado a tope durante las sesiones del debate de investidura de Marga Prohens como presidenta del Govern. Pero días después, una vez que me hube recuperado, noté que persistía más tiempo del esperado una incómoda tos. Posiblemente estuve escampando el virus sin saber ni que lo tenía, porque días más tarde fueron cayendo mis compañeros de trabajo, espero que me perdonen. Ahora se observa un repunte de casos, con un aumento de las consultas en Atención Primaria de un 124,8 por ciento y un incremento de ingresos hospitalarios de un 65,5 por ciento respecto a principios de julio. La mayoría de casos son leves, con la variante Ómicron ahora predominante, a raya gracias a las vacunas. Pero se oyen voces de expertos que alertan de que los enfermos de riesgo han relajado las pautas de vacunación y, por la razón que sea, no han acudido a sus centros de salud a inocularse las dosis de refuerzo que se aconseja a estos pacientes. Por ello, no debiéramos perder de vista que está en nuestra mano conseguir que la Covid siga siendo un resfriado sin importancia, o que, por el contrario, nos obligue a ir al médico, con síntomas más preocupantes y molestos. Ya hemos visto que vacunarse es seguro y merece la pena.