Entre mi grupo de amigos cada vez es más habitual escuchar que en Ibiza tenemos lo que nos merecemos mientras expresan un gesto de fastidio, cansancio o aburrimiento al recordar la Ibiza en la que se criaron, con la que soñaron o la que amaron. Y es que ya no es cuestión de plantearnos si la gallina puede seguir dando tantos huevos o de si la vaca tiene leche para todos sino de replantearnos un sistema que muestra claros síntomas de agotamiento por más que haya algunos que quieran negar lo contrario. Podemos seguir poniéndonos la venda en los ojos mientras hablamos de que tenemos el mejor ocio del mundo, de que las cifras de turistas llegando a esta pequeña isla del Mediterráneo son las mejores de los últimos años, de que tenemos que aguantar porque de estos meses vivimos todo el año o de que ya es imposible que vuelva la Ibiza de antaño pero lo cierto es que a prácticamente nadie se le escapa que estamos colapsados sin buenos servicios para todos, con carreteras que no dan a basto, con playas masificadas o con aguas cada vez más sucias y más contaminadas.
Y con cifras de fallecidos que no dejan de aumentar, sobre todo en nuestras carreteras. Prácticamente no hay día en el que los medios de comunicación no recibamos un aviso del 061 informándonos de un accidente de moto, coche o furgoneta, siempre con el corazón en un puño deseando en que al final del mensaje no aparezca la palabra óbito. Es el resultado de que en Ibiza en verano la mayoría de los conductores juegan con demasiados boletos a esta macabra lotería que son los accidentes de tráfico, como si pensaran que están solos en la carretera. Son esos «ases del volante» que, como cantaba Carlos Goñi, líder de Revólver, en su canción Odio, son «reprimidos y egoístas» por llamar su factor riesgo a volar a dos cuarenta sin importarles si exponen «mi pellejo y tu pellejo».
Cualquiera de los residentes o trabajadores con dos dedos de frente podrían citar algunos ejemplos en los que circular, pasear o cruzar es hacerlo poniendo una vela a la diosa fortuna. Por ejemplo, en la Avenida 8 de Agosto de la ciudad de Ibiza hay varios pasos de cebra en dirección a Talamanca que prácticamente resultan invisibles para los cientos de conductores que pasan por allí cada día. Si vienes desde la ciudad, nada más pasar la rotonda que se conoce como la de los Podencos te encuentras uno por el que, debido a su falta de visibilidad, intentar cruzar es jugarte la vida. Lo mismo sucede con los dos siguientes que hay unos metros más adelante, sobre todo con el que está situado antes de llegar a la discoteca Pacha y justo enfrente de donde comienza el Cami de Sa Llavanera. Yo, personalmente, tengo que cruzar con el patinete todos los mediodías volviendo del trabajo y les puedo asegurar que el ochenta por ciento de los coches, motos o furgonetas no se detienen poniendo en riesgo la salud de muchos de los que por allí cruzan.
Precisamente, el Cami de Sa Llavanera, que comunica el pueblo de Jesús con la Avenida 8 de Agosto, es otra de las zonas donde hay que ir con sumo cuidado, sobre todo en los meses de verano y concretamente en agosto. Cualquiera que haya pasado por allí en algún momento sabrá que es un pequeño camino de apenas dos kilómetros con tramos en los que difícilmente caben dos coches, uno en cada dirección, con zonas donde hay un pequeño precipicio y por el que hay que marchar a velocidad reducida para minimizar los riesgos. Sin embargo, no hay día en que no tenga miedo cuando cuando paso por allí, una a las seis y media de la mañana y otra a eso de las dos y cuarto del mediodía. Son muchos los que lo han convertido en una pequeña autopista aprovechando que es una buena opción para evitar los atascos, circulando a una velocidad desmedida. Además, ya se ha convertido en normal ver circular grandes furgonetas, por supuesto todas negras y con los cristales tintados, que al no caber casi en el ancho de la calzada casi te echan de la misma o discusiones constantes cuando dos vehículos se encuentran de frente y miran a ver quien tiene preferencia o quien la tiene más larga. De momento, no se tiene constancia de accidentes en ese camino pero yo cuando llego a casa o al trabajo me pregunto como puede ser, llegando a la conclusión de que tenemos mucha suerte.
Sin embargo, viendo como se conduce, a una velocidad desmedida, estresados, sin respetar las normas y, en muchas ocasiones, con mas bebida y sustancias en el cuerpo de las permitidas, también prefiero no pensar en que llegará un momento en que la suerte se nos acabará y entonces podemos englobar la cifra de accidentados en las carreteras de Ibiza. Será entonces cuando lleguen los lamentos, las quejas y cuando vuelva a recordar las palabras de mis amigos de que tenemos lo que nos merecemos. Pero entonces, una vez más, habremos llegado tarde y ya no importará el seguir debatiendo si la vaca tiene leche para tantos.