El conseller Vera en la sesión plenaria del martes. Detras, representantes de Vox. | Jaume Morey

En Francia e Italia, países vecinos, latinos y miembros de esa privilegiada comunidad llamada Europa, nívea hembra violada tantas veces por el toro bélico y resabiada por el enjambre endémico de la corrupción, no tienen ni la mitad de los complejos que asfixian a las lenguas de los españoles. Francia e Italia poseen también una riqueza lingüística formidable, pero enseñan con gusto y orgullo el francés y el italiano en sus colegios; también respetan y estudian su historia hermanada que les ha llevado a tener peso en Europa, que si no serían una serie de polis con ínfulas ducales o simples anexiones del imperio en cuestión.   

Eso no significa que hayan desaparecido el catalán, provenzal, napolitano…. pues es una fortuna amar en diversas lenguas y es natural sentir orgullo por las tradiciones y el genius loci, el espíritu personalísimo del lugar. Pero no consideran necesario despeñarse en el miope tribalismo propio de esos modernos caciques que el bravo Fernando Savater bautizó como «folclóricas regionalistas».

En Baleares PP y Vox andan a la gresca por algo tan fundamental como es la libertad de elección de lengua en los colegios. Confío que aclaren sus rítmicos puntos de vista y lleguen pronto a un educado acuerdo. Otro escándalo hipócrita a la extremeña sería terriblemente perjudicial para ambas fuerzas políticas. Teóricamente la enseñanza del español está garantizada por una Constitución que demasiadas veces, al modo de los viejos virreyes de ultramar, se acata pero no se cumple.

Ahora que los médicos en Baleares pueden sanar sin tener que exhibir un certificado de catalán, sería lógico terminar con esa figura del comisario lingüístico en las escuelas. De Babel a Babia, tanto disparate es agotador.