Es un perfecto ejemplo de yonqui del poder. Ignoro si tiene mono de otras cosas, pero la risa de hiena que soltó en medio del Congreso, una risa que pretendía simular desprecio para quedarse en grotesca y hueca, confirma las dudas sobre su equilibrio mental.

Esto de ser un yonqui del poder es una adicción de lo más vulgar, propia de tiranos que alcanzan la cúspide mintiendo como bellacos y pactando con el demonio mientras les convenga. Suelen terminar vilipendiados en durísima caída, solos en el bunker de su ego, pero su caótica estela resulta desastrosa.

En democracia se presume más dignidad pero la risa de Repelús Sánchez, tratando de ridiculizar al ganador de las elecciones, fue todo un striptease moral: No existen los límites, no sirve el sentido de Estado, la palabra no vale nada. Antes que a Maquiavelo recuerda las enseñanzas de Lord Shang, trivializando todo sentido del honor en aras del resultado: «Si haces cosas que tu adversario se avergonzaría de hacer, entonces tienes ventaja».

La amnistía que negaba, la aniquilación definitiva de la maltrecha independencia judicial, premios a la malversación, pactos encapuchados con los insaciables nacionalismos, todo vale para violar sí o sí cualquier principio y llegar a presidente. Tal yonqui del poder facilitará un referéndum separatista antes que elecciones generales.

Pero lo más escandaloso es la esclavitud del PSOE respecto a su líder. ¿De verdad creen en él o solo les interesa salvar la poltrona? ¿Han cambiado todos de opinión o son simples oportunistas prestos a servirse mientras puedan? Citan a Machado, pero están helando el corazón a media España.