Esta semana hemos visto algo que resulta bastante chocante y continúa sin tener una explicación razonable, porque quien la tiene que dar, no la da. Y eso sólo puede deberse a que no quiere hacerlo, lo cual es grave, o a que no puede, lo cual es aún peor.

Llorenç Córdoba, que concentra en su persona el cargo de presidente del Consell de Formentera y conseller de Sector Primario y Litoral desde el día 23 de junio, a la vez que es diputado en el Parlament de les Illes Balears –integrado en el Grupo Mixto–, anunció a través de un comunicado difundido el lunes que se plantea seriamente dejar de apoyar incondicionalmente al Govern de Marga Prohens.

¿Por qué razón? No lo dijo. Nada le impedía hacerlo y dar a conocer dónde radica el desencuentro; y si ese asunto discordante, sea uno o sean varios, tienen entidad suficiente como para amenazar al Govern. Además, Córdoba no informó a sus socios políticos, los dos partidos que integran Sa Unió de Formentera, Compromís y el PP.

¿Por qué no informó a sus socios del desencuentro con el Govern? En política, ir por libre es muy arriesgado. Si además, se ocultan las razones que te llevan a anunciar que te estás planteando ir aún más por libre, entonces te conviertes en un lobo solitario; en alguien que no es de fiar, que oculta algo deliberadamente, ya sea porque no quiere explicar sus razones, ya sea porque no puede explicarlas a la ciudadanía.

Más misterio

Al día siguiente, Llorenç Córdoba rizó el rizo. Continuando con el misterio, apuntó que su amenaza «tiene que ver con Formentera». Ya suponíamos que no tenía que ver con el sector lácteo menorquín, o con la ampliación del servicio ferroviario en Mallorca. Pero nuevamente dejó a todos con la intriga y no desveló qué ha sucedido para que amenace al Govern de Prohens con dejar de darle apoyo parlamentario. Siguió sin decir qué quiere. ¿Qué es aquello que el Govern del PP no le da? ¿O es que acaso no puede contarlo?

El jueves insistió en su posición reivindicativa, aduciendo que el pacto que firmaron él mismo y Sebastià Sagreras el día 4 de julio, sólo se está cumpliendo «en parte». Además, precisó que «no es un tema concreto». Y lamentó que no se esté dando a Formentera «la importancia que nos merecemos». ¿En qué? ¿Qué quiere Llorenç Córdoba que el Govern no le quiere dar? ¿Por qué no lo cuenta?

Como es natural, ante un presidente que va por libre y que se coloca por encima de los partidos que le dieron apoyo, esta postura inexplicable ha causado enorme preocupación y desconfianza. Tanta, como que sólo le deja una salida digna.

Al borde del precipicio

El viernes, Llorenç Córdoba se reunió por espacio de nueve horas con los ocho consellers que conforman el gobierno insular de Formentera. Tras la reunión, quedó claro que ya no confían en él. Ayer sábado difundieron un comunicado donde manifiestan no comprender «la tensión creada esta semana, una vez escuchadas las explicaciones del presidente y diputado Lorenzo Córdoba». Además, anuncian que «las explicaciones dadas por Córdoba se trasladarán a las ejecutivas de los dos partidos», para valorar si hay que tomar alguna medida.

Sin el apoyo de sus consellers, Córdoba está solo. Y esto es lo peor que le puede suceder a un presidente. Por más que ahora trate de justificar sus delirantes actuaciones en el deslinde de Costas, algo que no se traga nadie porque nada le impedía explicarlo desde el minuto uno. Hay algo más que no se cuenta. Tiene que haberlo.

Si la amenaza de Córdoba tiene que ver con el intento de imponer al Govern el nombramiento del director general de Costas, debería explicarlo. Pero ¿por qué no lo dice? Quizá porque sonaría chantaje, algo que ningún gobernante puede aceptar. Y menos una ocurrencia de ese calibre, que causa sonrojo siquiera plantear, sabiendo el terreno pantanoso en el que nos movemos, donde hay tantos intereses económicos en juego.

Jaque mate

Ahora Córdoba, viéndose desamparado, derrotado y débil políticamente, dice que sus palabras «se han sacado de contexto». No había contexto alguno del que sacarlas. Apela al apoyo de los ciudadanos –que no volverán a votar hasta 2027–, y apela a la confianza de los consellers en el presidente, inexistente a día de hoy. ¡Como si nada hubiese pasado! No, hombre no. Aquí ha pasado algo muy gordo, que se está ocultando. Algo que no se puede contar, lo que abre el camino a la especulación. A destiempo llama Córdoba a la unidad y se compromete a una comunicación más fluida con su equipo de gobierno. Ya sirve de poco porque sólo él da por zanjada la crisis que él mismo abrió. Recula porque su cargo pende de un hilo. Y ese hilo, tan débil como él mismo y como la confianza que despierta desde el lunes, no resistirá hasta 2027. Es una gran decepción, pero más vale hacerse a la idea.