Respondida la pregunta ‘¿Qué quiere realmente Llorenç Córdoba?’, ahora hay que tratar de aclarar qué pretende el todavía presidente del Consell de Formentera, negándose a dimitir pese a haber perdido el apoyo político de quienes le auparon hasta el puesto que, de una forma bastante indigna y en cierto modo patética, se resiste a abandonar.

Córdoba, que ha anunciado que no atenderá a los medios de comunicación por falta de tiempo, algo de por sí inaudito, insistió el pasado miércoles en que fue elegido en las elecciones de mayo con mayoría absoluta para ser presidente de Formentera. Y recalcó que la voz del pueblo «es soberana».

En efecto, Llorenç Córdoba fue investido presidente el 17 de junio, hace tan solo cinco meses y medio, prometiendo estabilidad. «Os prometo que trabajaremos, os prometo estabilidad, os prometo que dialogaremos (…)», aseguró. Ya se ve.

La enorme crisis política e institucional que atraviesa la institución que él preside, sólo tiene un responsable: Llorenç Córdoba. Al hacer público que se estaba planteando dejar de dar apoyo al Govern balear, sin explicar las razones de aquella advertencia y al margen de sus socios de Sa Unió, perdió la confianza de los ocho consellers de su equipo de gobierno.

Luego, al darse cuenta de que su propio puesto estaba en peligro, tras reunirse con ellos, reculó. Dijo que mantenía su apoyo parlamentario al Govern, que se había «dramatizado en exceso», que sus palabras se habían «sacado de contexto»; pero el daño ya estaba hecho y resultaba imposible hacer como si nada hubiese sucedido.

Sus socios le acusan de haber reclamado mejorar sus retribuciones a través de un sobresueldo de unos 4.000 euros mensuales, algo que confirmó el viernes el vicepresidente del Govern, Antoni Costa. Y al no ver satisfecha su disparatada pretensión, teniendo en cuenta que sus ingresos se aproximan a los 90.000 euros anuales, Córdoba creyó que podía presionar, amenazando con retirar su apoyo al Govern. Porque aquí y sólo aquí radica el desencuentro entre el presidente de Formentera y el «PP de Palma», como dice Córdoba.

Expulsado de Sa Unió y sin el apoyo de ningún grupo en el Consell, Córdoba está solo, pero se niega a dimitir, alegando que el pueblo le eligió a él. Aunque así fuera, no puede gobernar sin apoyos en el pleno. Lo sabe perfectamente, pero sigue como si nada. Además, ¿cómo llega a esa conclusión? Él encabezó dos candidaturas electorales de la coalición Sa Unió de Formentera, al Consell y al Parlament, donde había otros muchos hombres y mujeres; y es imposible saber, en un sistema de listas cerradas y bloqueadas, a quién querían o no querían los electores. En todo caso, ahora mismo es irrelevante. No tiene apoyos en el pleno y no puede seguir gobernando.

ATRINCHERADO

Entonces, ¿por qué se niega a dimitir? ¿Acaso espera obtener el apoyo de alguien? Sólo podrían ser Gent per Formentera y PSOE, que reclaman a Sa Unió pruebas de las graves acusaciones que se han vertido contra Córdoba. Pero ¿qué más pruebas necesitan, si lo ha admitido el propio Córdoba?

Desde el 27 de noviembre, cuando lanzó aquel comunicado amenazante, críptico y misterioso, su comportamiento y su discurso, errático, irresponsable e ilógico, han venido a confirmar que estamos ante un gobernante que, acuciado ante una situación económica desesperada, – «nos dijo que estaba arruinado», reveló el conseller Óscar Portas–, buscó solucionarla a través de la política y aprovechando su cargo.

La puesta en venta de su clínica veterinaria y su propia declaración del IRPF de 2021, con cuantiosas pérdidas económicas, quién sabe si en bolsa o criptomonedas, son otra prueba irrefutable de la precaria situación financiera de Córdoba, que explica lo que ha sucedido en estas dos semanas.

Y ante todo esto, ¿qué pretende Llorenç Córdoba? ¿Qué propone para superar la crisis? ¿Seguir como si nada? ¿Sustituir en su gobierno a los consellers de Sa Unió por los de la izquierda? ¿Acaso eso es lo que votó el pueblo de Formentera?

Córdoba lo intentará, porque está desesperado y porque necesita los 90.000 euros que cobra al año. Por eso no dimite. Pero su situación política es insostenible e irá a peor. Y si la izquierda se presta, les espera un auténtico calvario.