Imagen del parking de Can Misses. | Irene Arango

Quién nos iba a decir que casi cuatro años después de que el aparcamiento del Hospital Can Misses dejase de ser de pago y fuese gratis, los usuarios del hospital desearían volver a pagar, en tal de poder usarlo cuando lo necesitan; y no como sucede ahora, que una legión de sinvergüenzas aprovechan la gratuidad para dejar allí sus vehículos, sin la menor intención de pisar la clínica. Y es que muchas veces, lo gratis sale caro. Lo que no se paga, teniendo un coste, no se valora ni se aprecia, como si no tuviera ningún valor. Es hacerse trampas al solitario, porque todo tiene un coste y realmente, nada es gratis. Lo que sucede es que en lugar de pagarlo aquel que lo usa, lo acaban costeando todos, incluso los que no lo usan. Vean si no el timo del transporte público. Entre todos, independientemente de nuestra capacidad económica y de si lo utilizamos o no, hemos tenido que pagar el coste del transporte público que los usuarios han dejado de pagar, incluso aquellos que no necesitan que nadie les bonifique nada, porque tienen recursos de sobra. Que eso lo haga la izquierda es aún mucho más lacerante, porque los impuestos de todos acaban beneficiando a «los ricos» que dirían ellos. Se nos dice que es para favorecer el uso del transporte público, lo que está muy bien siempre que se ayude a quienes tienen pocos recursos y no a los desahogados, obsequiados con una tarifa plana que ni necesitan ni pedirían nunca. También es muy necesario favorecer el deporte, pero si uno va a una piscina municipal o a un polideportivo público de la institución que sea, tiene que pagar por utilizarlo. !Háganlo gratis tambien! Y ya de paso, las matrículas universitarias, sea uno rico o pobre, como pretendía el govern de Armengol. Luego pasa que como uno no paga nada, se cree que no cuesta nada. Pero todo cuesta y nada es gratis. La cuestión es quién se hace cargo de pagar la fiesta.