Llorenç Córdoba en el último pleno del Consell de Formentera. | Moisés Copa

Hoy es Nochebuena y nos embargan a todos los buenos sentimientos y mejores deseos para el futuro inmediato. Hasta cierto punto es normal, porque no se puede estar todo el santo día cabreado. La tensión política, –elevadísima para los tiempos que corren, cuando ya no hay a la vista ninguna cita electoral hasta las elecciones europeas de junio de 2024–, debería rebajarse hasta parámetros razonables, algo que, por desgracia, no está sucediendo. Pero el parón navideño debería ayudar a atemperar la presión ambiental.

Sin embargo, y para ceñirnos a la actualidad pitiusa, no es fácil hacer como que no ha pasado nada, que es lo que pretende el presidente del Consell de Formentera y diputado autonómico, Llorenç Córdoba. Admitamos que es positivo que trate de rebajar la tensión generada por su comportamiento errático, deliberadamente ambiguo y en gran parte ilógico, carente de toda explicación razonable. Pero no quiera hacer pasar la gravísima crisis que él detonó a finales de noviembre, con un episodio de «malos entendidos», porque es ridículo y no cuela.

Al haber perdido todo apoyo para seguir al frente de la institución insular hasta agotar su mandato en 2027, pretende restañar el daño ocasionado dando pasos en falso, sin la menor coherencia. Un día acusa a la presidenta del Govern, Marga Prohens, de haberle engañado con una «patraña» y «mentiras, mentiras y mentiras» al prometer un nuevo deslinde de costas para Formentera; y poco después, vota en el Parlament a favor de los presupuestos de la Comunidad Autónoma para 2024, consciente de que su voto es crucial y que su posición al respecto marcará su propio futuro político.

Con su gesto conciliador hacia el Govern del PP trata de cerrar las heridas abiertas, lo cual es inteligente, pero sigue sin tener los apoyos necesarios en el pleno de la institución que preside. Y, además, la oposición de izquierdas (Gent per Formentera y PSOE), tras la aprobación de los presupuestos del Consell, le dan la espalda y rompen el tímido acercamiento que parecían estar dispuestos a propiciar.

Córdoba trata de ganar tiempo para que se olvide lo sucedido, pero eso es imposible. No hay forma de dar marcha atrás, porque la confianza en el mariscal se ha desvanecido por completo. Y la única forma de parchear la crisis será a través de un nuevo acuerdo político del presidente con la coalición que confió en él para ganar las elecciones y echar a la izquierda, tras muchos años en el poder, Sa Unió de Formentera.

A Llorenç Córdoba ya no hay por dónde cogerle. Es un lobo solitario impredecible, del que ya nadie puede fiarse porque un día dice una cosa y al siguiente, otra distinta. Siempre con el objetivo de mantenerse un poco más en sus cargos. Asegurarse el cobro de la siguiente nómina parece ser su única motivación. Y por eso y no por otra cosa, ahora afirma que Alcaraz y Castelló «han hecho un muy buen trabajo (…) y para todos lo mejor es que sigan haciendo su trabajo». Cuando sólo hace 11 días que exigía su dimisión y amenazaba con destituirlos de su equipo de gobierno. Ahora los alaba de esta forma tan impostada e increíble.

Córdoba debería dejar de tomar el pelo a los habitantes de Formentera. Sus bandazos no son sino una burla descarada, fruto de la desesperación y de su instinto político de supervivencia. Pero su credibilidad está por los suelos. Y eso no lo solucionará haciendo como que no ha pasado nada. Ha pasado y mucho. De entrada, que nadie se fía de él. Y de salida, que ha sido expulsado de Sa Unió de Formentera.

Si quiere seguir siendo presidente, sólo tiene una salida: negociar con los consellers de su gobierno los términos y condiciones de esa presidencia. Porque ya no hay confianza política. Y eso se debe a que mantenerla, no le ha importado un bledo; y mira que era fácil. Nadie se fiará de que vuelva a ir por libre, creyéndose más importante que los demás miembros de su gobierno. Ese error no puede repetirse.

Ahora que es independiente, tanto como que sólo es eso, no le queda más remedio que negociar los apoyos para agotar su mandato. Se llama política y cobra casi 90.000 euros anuales para ejercerla, en beneficio de la ciudadanía y no del suyo propio, como trató de hacer, ya vemos con qué resultado y con qué consecuencias.

Les deseo a todos, en el día que cumplo medio siglo de vida, feliz Navidad.