Pedro Sánchez. | Europa Press - Robert Solsona

El día 21 de diciembre, a las 20:12 horas, recibí una llamada de teléfono del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) para participar en uno de sus estudios. Mi número había sido seleccionado al azar y, naturalmente, la participación era voluntaria. La curiosidad por el objeto del estudio y por las preguntas que se me iban a plantear, se impuso a la lógica pereza de estar al teléfono, respondiendo a una desconocida, sobre asuntos de dudoso interés para mí, y con una finalidad aún más sospechosa, atendiendo a la conocidísima y contrastada trayectoria de descarada manipulación progubernamental que en los últimos años, desde que el Gobierno de Pedro Sánchez nombró director del CIS al sociólogo socialista José Félix Tezanos, ha venido acreditando. Estuve 26 minutos al teléfono, lo cual da idea de mi nivel de paciencia y tolerancia, que en estas fechas tan señaladas se acrecienta descomunalmente.

Me encuestaron sobre todo tipo de asuntos, principalmente en materia política, incluyendo el sentido de mi voto, pero eché a faltar la menor mención a la cuestión crucial que monopoliza la actualidad nacional: la investidura de Pedro Sánchez tras el pacto del PSOE con los independentistas vascos y catalanes, negociando incluso una ley de amnistía en Bruselas con el principal beneficiario de tan inconstitucional iniciativa, el expresidente de la Generalitat de Catalunya prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont. El CIS pregunta sobre el vuelo del mosquito tigre, entre otras banalidades, pero sobre la amnistía, la negociación del PSOE con Junts en Ginebra con un diplomático salvadoreño como mediador, o los pactos con EH-Bildu, ni una palabra. Eso no le interesa ni al CIS, ni al PSOE. Ya se entiende, porque si hubiesen dicho antes de las elecciones lo que pensaban hacer, no habrían sacado ni 50 diputados.