Un presidente que no tiene el apoyo de ninguno de los miembros de su equipo de gobierno, ni es presidente ni es nada. Él lo sabe, pero le da igual porque su único objetivo es seguir en el cargo como sea, literalmente, para cobrar un mes más la nómina; una de las más altas que cobra un político en Baleares gracias a los cargos que acumula tan indignamente.

Un mínimo de dignidad exigiría no seguir ni un minuto más en el cargo, pero Llorenç Córdoba ha demostrado ya sobradamente que es un político que no conoce el significado de esa palabra. Todo le importa un pimiento en tal de seguir en su puesto. Por ello, hay que corregir los titulares que afirman que Sa Unió ha expulsado a Córdoba. Fue él quien se expulsó de la coalición que encabezó en las elecciones del 28 de mayo del año pasado.

Suya es la responsabilidad, total y exclusiva, de la crisis que vive el Consell de Formentera y en la que la institución seguirá irremediablemente sumida mientras él siga siendo su presidente. Carece de partido político, no tiene proyecto propio, ni apoyos dentro del pleno. Pero lo peor de todo es que carece de dignidad. No tiene palabra y me atrevo a asegurar que, en España, sólo Pedro Sánchez y sus ministros son capaces de mentir más que él.

Ha dejado patente que sólo le mueve su propio interés, económico por supuesto, que le llevó a atreverse a reclamar un sobresueldo y de chantajear al Govern para obtenerlo, nada menos. Y por si todo lo anterior no fuese suficiente, tiene la cara más dura que el hormigón.

En definitiva, un presidente indigno, junto al que ya nadie quiere estar, que se agarra al sillón de forma vergonzosa, y que apela al «aquí no ha pasado nada». Sólo un auténtico sinvergüenza se atreve a apalancarse tras «el pueblo». Dice «No es agarrarme al poder. En cuanto el pueblo me diga que yo no tengo que estar aquí, cojo y me voy a mi casa. Me debo al pueblo». Tiene la jeta de cemento armado y ya podemos afirmar que pasará a la historia de Formentera, no como el político combativo que él se imagina, sino como el que se hizo soldar el trasero con la poltrona de presidente.

Pretende que el reloj se pare el día 17 de junio de 2023, cuando logró alzarse con la presidencia del Consell de Formentera con el voto favorable de los consellers de Compromís per Formentera y del Partido Popular. Si se votara hoy, no tendría esos apoyos. De hecho, no tendría más votos que el suyo propio. Y, por tanto, cualquier político decente y honesto, hubiese dimitido hace semanas. Lamentablemente, no es el caso de Llorenç Córdoba.

Dado que de él no cabe esperar nada más que seguir denigrando la institución que preside y, además, el escaño por Formentera que ocupa en el Parlament, donde su mera presencia incomoda como si fuese un tránsfuga, al que nadie se quiere acercar para no resultar tiznado, es preciso que Sa Unió negocie con Gent per Formentera y el PSOE una moción de censura. No es suficiente con echar a este sujeto de Sa Unió. Por una cuestión de dignidad política, hay que echarle de la presidencia del Consell de Formentera.

Todos saben, aunque parece que a algunos les da igual e incluso les produce cierto placer, que esta situación política es insostenible. Seguir mirando hacia otro lado, algo que no resuelve el problema, no podrá hacerse hasta mayo de 2027, cuando el pueblo hable, como diría el mariscal. Hay que echarle porque el cadáver apesta.