Los diputados del Grupo Parlamentario Vox en Baleares. | Europa Press - GPVOX

«Se entiende por tránsfugas a los representantes locales, autonómicos y estatales que, traicionando al partido que los presentó a las correspondientes elecciones, hayan abandonado el mismo, hayan sido expulsados o se aparten del criterio fijado por sus órganos competentes». Así de claro y así de contundente. Ya pueden decir misa Idoia Ribas, Sergio Rodríguez, Manuela Cañadas, María José Verdú y Agustín Buades, porque a la vista de la definición de tránsfuga, que hace la adenda III del Pacto Antitransfuguismo de noviembre de 2020, los cinco diputados que han sido expulsados de Vox son tránsfugas. No hay discusión. Ya no es preciso, como afirman Idoia Ribas y Sergio Rodríguez, que propicien un cambio de mayoría parlamentaria.

No es cierto y lo saben. No ha habido un solo caso en la historia donde un tránsfuga admita que lo es. Es natural. Pero lo son, por más que digan que ellos son realmente Vox, que a ellos los fue a buscar Santi Abascal para incorporarlos a su proyecto político, que si uno venía de luchar contra el aborto y la otra contra la dictadura lingüística del catalán, y qué sé yo qué otras batallas cruciales desde la sociedad civil. Estupideces. Se presentaron a unas elecciones bajo las siglas de Vox y sabían perfectamente que echando del grupo parlamentario a Patricia de las Heras y a Gabriel Le Senne, serían apartados ipso facto. Ahora, en el colmo del cinismo lanzan la nueva marca ‘Grupo parlamentario de Vox en Baleares’, secuestrando el nombre de la formación de la que, cautelarmente y por ahora, han sido expulsados. Tránsfugas y, además, tramposos. Pero cuidado, no se pongan muy espléndidos los socialistas ibicencos y Pilar Costa, reclamando al PP y al presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, que se posicionen «claramente contra el transfuguismo». ¿Ya no se acuerdan de Cristina Ribas Mountford, de Sant Antoni?