Tras una nueva edición de Fitur, de nuevo las expectativas en cuanto a las reservas turísticas de cara a este próximo verano son excelentes. Tanto hoteleros como políticos han venido haciendo declaraciones muy optimistas en cuanto al número de turistas que se espera que nos visiten en la próxima temporada estival. Según todas las declaraciones cabe esperar al menos cifras muy parecidas a las del año pasado o posiblemente mejores.

Estas previsiones en sí mismas son evidentemente buenas. Ahora bien, hay que tener muy presentes algunas cuestiones que probablemente deberían hacer que a ese optimismo desbordado se le aplique una buena dosis de moderación. No deberíamos olvidar los problemas que año tras año vienen afectando a nuestras islas y que aparecen con especial virulencia en los meses de verano. Mucho énfasis pusieron los políticos en marcarse como reto la consecución de una larga temporada turística de ocho meses y lo cierto es que antes de lanzar las campanas al vuelo,cabría asumir los graves problemas que acechan a nuestra gallina de los huevos de oro: el turismo.

Vivienda, falta de personal cualificado, aglomeraciones en los meses punta, colapso en nuestras carreteras o intrusismo generalizado son sólo algunos de los graves problemas que en este próximo verano seguirán sin resolver. Empecemos por el intrusismo, en concreto, por los taxis piratas y por las viviendas turísticas ilegales. En cuanto a los primeros, y a pesar de que es cierto que cada año se van imponiendo mas sanciones económicas, no lo es menos que el número de vehículos que realizan esa actividad aumenta cada año y que en el pasado 2023 se redujo la colaboración que desde el Govern se venía prestando. Y no es de recibo que se busque el amparo de la dificultad que supone cazar a los infractores puesto que el número de medios técnicos de los que dispone la administración a día de hoy les ha de permitir conocer el más mínimo detalle de dónde, cómo, cuándo y quién practica dicha actividad ilegal.

En cuanto a las viviendas turísticas ilegales, es cierto que después del pasado verano se aprobaron algunas modificaciones normativas que han de permitir actuar a las administraciones de forma más drástica de como se venía haciendo hasta la fecha. En cualquier caso, veremos hasta qué punto se utilizan esas nuevas herramientas y el resultado que su aplicación vaya suponiendo.

Por otro lado, seguimos sin el menor atisbo de solución del que sin duda y desde hace ya años viene siendo el principal problema al que hay que hacer frente y que afecta de manera directa a las diversas actividades que se desarrollan en las Pitiusas y es el gravísimo problema es la vivienda. Ésa es una cuestión que afecta a todo tipo de plantillas de trabajadores que son indispensables para poder ofrecer un correcto y esmerado servicio a todos y cada uno de nuestros visitantes. Y, por supuesto, tanto funcionarios de todo tipo como trabajadores de los diversos negocios privados y empresas turísticas seguirán teniendo las mismas dificultades para conseguir un lugar digno y asequible donde alojarse durante la temporada.

Desgraciadamente, cada día es más evidente que esas medidas anunciadas a bombo y platillo por el Govern y que se incluían en el denominado decreto de emergencia habitacional se han quedado en nada en cuanto a efectividad real y hasta han pasado a ser un cero a la izquierda, de modo que el mismo PP ya ha anunciado numerosas reformas en el texto de la ley que deberá acabar aprobando el Parlament. Lo cierto es que las ínfulas demostradas en su momento de que se empezaba a solventar la grave situación se han quedado en nada.

En cuanto a las aglomeraciones de gente en determinados lugares, especialmente en los meses de julio y agosto, se seguirán produciendo en tanto no se actúe con contundencia contra los alojamientos ilegales. Cada vez es más evidente que no se puede seguir creciendo turísticamente de forma indiscriminada y que es imprescindible establecer un techo de visitantes a los que se pueda atender debidamente.

Y qué decir de los permanentes atascos de vehículos que quieren circular por nuestras carreteras. Ningún cambio a la vista, ni tan siquiera la tan soñada nueva concesión de transporte público por carretera supondrá ningún cambio sustancial en el triste, antiguo, caduco y tercermundista servicio que se viene prestando. Algunas nuevas líneas, un mayor número de frecuencias y algún que otro vehículo eléctrico circulando por las islas no parecen suficientes motivos para disuadir a turistas y residentes de que es mejor dejar el coche privado y pasar a utilizar el transporte público.

Resumiendo, a nadie le cabe la menor duda que la de este año será de nuevo una temporada de gran afluencia de visitantes, pero que por no atacar decididamente esos problemas expuestos se seguirá poniendo en peligro el futuro de nuestra principal fuente de ingresos.