El exceso de políticos aumenta la burrocracia, dispara el despilfarro, vampiriza los impuestos, quintuplica las competencias para que se echen la pelota entre sí y nadie sea responsable, incrementa la maraña legal hasta el punto que en demasiadas ocasiones hay serias dudas de cómo aplicar la ley, etcétera. Y luego están las contrataciones de dedo en el sector público que desprecian a los funcionarios de carrera. Si hace años España ya contaba el doble de funcionarios que Alemania siendo la mitad de población, con el sanchismo la cosa pública tiene hechuras chinas.
Gisella Revelles escribió certera en su columna sobre abrir el melón en las Pitiusas. La propuesta de Vox de un debate sobre la unificación de ayuntamientos fue rechazada por populares y socialistas, que argumentaron municipalismo y arraigo. Ejem, ejem, yo aún diría más. Tal debate, que interesa mucho a la población, sobrevoló hace años con la polémica entre Vicent Marí y Vicent Serra, ambos PP, cuando uno era alcalde de Santa Eulalia y otro presidente del Consell. Venían a decir que con los ayuntamientos no era necesario el Consell y viceversa. Todo el mundo estaba de acuerdo con ellos. Pero pronto se corrió un estúpido velo.
También durante la pasada crisis económica hubo esperanza en que Rajoy se atreviera a abrir el melón tras el fiasco Zoteparo. Pero prefirió apoyarse en el atroz Montoro y subir impuestos de forma inmisericorde. Luego ha venido el mentiroso psicópata (usa el chándal de Maduro en la intimidad) que los supera a todos en disparates y despilfarro ( «el dinero público no es de nadie») y siguen aumentando la carga fiscal y los chiringuitos para reeducarnos y que no protestemos cuando condenan a la prisión ilegal del confinamiento y consejos de sabios inexistentes. Ah, la melonada de la partitocracia.
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