Como otros muchos lugares de la geografía de nuestro país, el municipio de Eivissa se ha ido formando y ha ido creciendo a partir del puerto, teniendo por lo tanto y desde siempre una clarísima vinculación al mar. Para quien como yo mismo vivíamos en el que entonces se conocía como el barrio de La Bomba, que no era otro que la calle Garijo de los años 50; los recuerdos de mi infancia están necesariamente ligados a toda la actividad portuaria de la época.

Los cajones de las barcas de pesca, apilados junto a las dos barracas que había por entonces, la cantidad de barcos de pesca amarrados en la zona portuaria más cercana al muro, la febril actividad de los barcos de mercancías en sus operaciones de carga y descarga, el bullicio de los pasajeros que embarcaban o desembarcaban de los barcos que nos conectaban con Mallorca o la península, el punto de atraque de los barcos más pequeños que nos unían a Formentera, el lugar de embarque junto al obelisco, de la que denominábamos «sa balandreta» que te llevaba desde ese punto del puerto hasta la zona de Talamanca y como no el Club Náutico de Ibiza.
Todas ellas son actividades portuarias que evocan unos felices años de mi infancia, pero es precisamente de la última de ellas de la que quiero escribir hoy. El Club Náutico ya era por entonces uno de los principales centros de actividad de la sociedad ibicenca vinculada al mar y décadas después sigue siendo ese punto de reunión de Vila.

Evidentemente y como es lógico, el paso del tiempo lo va cambiando todo y la actividad portuaria absolutamente nada tiene que ver hoy, con la de los años 50, 60 o 70. El pequeño puerto que fue, se ha transformado en uno de los principales del Mediterráneo y en uno de los que alberga alguno de los principales puertos deportivos por los que pasan ingentes cantidades de yates de todas las esloras. También es cierto que ha pasado a ser uno de los lugares más caros de nuestro mar en lo que a actividad turística se refiere. Ahora el puerto comercial está en la zona de Botafoc y la mayor parte del antiguo puerto viene siendo ocupado por puertos deportivos y zonas de amarre de grandes yates. Solo los barcos de Formentera, las pocas barcas de pesca y el Club Náutico siguen en la zona del antiguo puerto; si bien los dos primeros en emplazamientos distintos de los que ocupaban antiguamente.
Por lo tanto, solo el Club Náutico sigue en el mismo punto en el que empezó su actividad allá por 1925. Para la sociedad ibicenca, el Club no ha sido solo un centro de actividad náutica, ha sido mucho más que eso. Fue siempre un punto de reunión en el que tenían lugar muchísimas actividades de diferentes sectores de nuestra sociedad. Seguro que muchos recuerdan donde tenían lugar las fiestas y los bailes más renombrados y concurridos de las fiestas navideñas; se vivían en el Club Náutico.
Pues bien, todos esos bonitos recuerdos que están ligados a muchísimas familias ibicencas, están tristemente en peligro. Esa entidad en la que siguen teniendo cabida los amarres de las pequeñas embarcaciones de modestos amantes del mar de nuestro municipio, esa entidad que sigue teniendo cientos de alumnos en sus escuelas de vela, que tiene actividades socio deportivas para que colectivos como nuestros mayores o personas con dificultades funcionales puedan seguir disfrutando de alguna manera de nuestro mar; es esa entidad sobre cuya cabeza pende ahora y desde hace ya años, una espada que amenaza con acabar con su existencia.

La amenaza de la avaricia económica se cierne sobre el Club Náutico Ibiza, ya que desde que venció la gestión de las instalaciones del mismo y se decidió sacar la misma a concurso, ha sido la diana de aquellos que tan solo piensan en un lugar para explotar económicamente y a los que les importa muy poco lo que estas instalaciones significan para la sociedad ibicenca.
Resulta muy triste que algo que en su momento consiguió unir a todas las fuerzas políticas de la isla, que tiene el respaldo de la mayoría de nuestra sociedad, siga siendo desde hace ya demasiados años un grave problema sin resolver. El libre comercio y las ansias de beneficios empresariales, no deberían servir para enterrar una labor social de interés general. Parece claro que resulta difícil por parte de la actual dirección del Club Náutico Ibiza mantener una correcta gestión de estas instalaciones náuticas, ya que vivir a base de prorrogas es no poder hacer proyecto alguno de mejora con la vista puesta a largo plazo.

Se trata de una cuestión que debería quedar al margen de cualquier tipo de debate político y las administraciones a todos los niveles deberían colaborar para que no desaparezca de nuestro puerto la única actividad realmente social que hay en el mismo. Si hay que modificar leyes para ello, ya debería haberse hecho y hasta la fecha ninguna administración, sea del color político que sea, ha sido capaz de garantizar la subsistencia del Club Náutico de Ibiza. Hagan todo lo que sea necesario, pero no se puede perder el último reducto social de nuestro puerto.