Triple insularidad | Imagen de SeeMoon JaaMoon en Pixabay

Es muy difícil entender que es eso de la triple insularidad para los que viven fuera de Formentera. El sábado, las Pitiusas amanecieron en alerta amarilla por vientos fuertes, fenómenos costeros y lluvia.

Por fortuna, el viento que sopló del suroeste, conocido también en castellano como Ábrego y en catalán Garbí, no es el que más afecta a la navegación entre Ibiza y Formentera y hubo pocas cancelaciones de barcas. Eso sí, los Nixe y Chenega de gran eslora no salieron por la tarde y esos llevan coches y carga.

Pero a pesar de no quedar del todo incomunicados, lo que siempre sufre cortes o deficiencias en circunstancias de temporal son servicios básicos como el teléfono, la luz e Internet. Las infraestructuras eléctricas y de telefonía de Formentera se aguantan por la quietud y cualquier pequeña variación en la meteorología tiene consecuencias caóticas.

Lo más triste es que los residentes nos hemos acostumbrado a estas mermas en el servicio y nos parece algo normal y desde luego no lo es.

Vivir en un territorio aislado y con menores recursos tecnológicos, debería obligar a las compañías que prestan estos servicios a esmerarse más en no desabastecernos a las primeras de cambio.

Se trata de empresas que se mueven por el número de posibles clientes de cada territorio y ahí está claro que tenemos las de perder. Nuestro único aliado en ese sentido es la administración pública, que debería poner en marcha mecanismos que obligaran a las compañías que se forran en zonas más pobladas, a invertir en dar un servicio óptimo allá donde no van a obtener tanto rédito.

Pero esa cantinela la hemos oído 1000 veces por parte del Consell y del Govern y el sábado volvió a fallar todo.

Eso también es la triple insularidad.

«Vivir en un territorio aislado y con menores recursos tecnológicos, debería obligar a las compañías que prestan estos servicios a esmerarse más en no desabastecernos a las primeras de cambio»