Imagen de archivo de Marina Port Ibiza frente a Dat Vila.

Cambiarán los ingleses las hierbas ibicencas por el orujo gallego? ¿Preferirán una musaka al bullit de peix? La prensa británica publicita nuevos destinos para sus compatriotas, de momento oasis gallegos y delicias turcas, exóticas alternativas (para un inglés, claro) a una Ibiza cuyos precios se han puesto por las nubes tanto para nativos como forasters.

Pero los lectores de tales diarios no son precisamente los Durrell. Tampoco estoy seguro de que gallegos y turcos, por muy diferentes que sean la Mezquita Azul y la Catedral de Santiago, mantuvieran la fabulosa tolerancia pitiusa ante los ya clásicos (como el fish&chips o el lenguado de Dover) desmanes del turista inglés.

Tales noticias, siempre a inicio de temporada, suelen tener por objetivo rebajas a los turoperadores; también poner nerviosos a los de Fomento de Turismo, para que publiciten unas Pitiusas archiconocidas por todos los hijos de la Gran Bretaña de cualquier clase feudal, tan alérgicas entre sí como las castas hindúes.

Si acaso en Turismo podrían poner ofrendas a la diosa Tanit, cuyo santuario des Culleram anda saturado de diversas porquerías que ponen las sectas de pitiminí. La última vez que fui topé con una cachonda    pareja hispano-suiza en pleno rito de fertilidad y acrobacias amatorias sobre la piedra que se supone altar pagano. Ahora, según dicen, se hacen cosas más raras, pues las sectas proliferan como churros y exigen el más guarro todavía a sus acólitos profilácticos.

Aunque reconozcamos que la prensa inglesa tenga razón al denunciar precios abusivos, Turismo puede estar tranquilo: antes que sin ingleses, nos quedamos sin residentes (al menos ociosos) durante los meses estivales.