Miles de ibicencos pueden dormir más tranquilos desde que un concejal socialista en Vila aseguró en el último pleno que no había pisos vacíos en la ciudad. Porque tener viviendas sin ocupar era el argumento utilizado por determinados políticos, hoy sufriendo la dura y merecida oposición, para hacer demagogia contra los ‘malvados propietarios’ de inmuebles, que prefieren tenerlos vacíos, perder dinero, en lugar de sacarlos al mercado y poder sacar un rendimiento económico.

De un político se espera, como mínimo, que sepa interpretar la realidad social y, si es posible, que pueda adoptar soluciones con sus decisiones. De lo segundo ya ni hablamos visto lo visto, pero interpretar lo que ocurre en la sociedad han ido más bien justitos durante los últimos años en Ibiza.
Cuando alguien se pregunta el motivo por el cual hay tantos pisos vacíos recuerdo el caso de un amigo que alquiló una vivienda a un precio muy razonable (algo más de 650 euros al mes), que posteriormente bajó el precio hasta los 550 y, a partir de ese momento, el inquilino dejó de pagarle. Sin darle explicaciones dejó de abonarle la renta alegando pocos ingresos, a pesar de disponer de varios hijos para que le pudiesen ayudar. Para más inri, el contrato había caducado y ante el impago el propietario no pudo renovarlo. Ni lo intentó.

A partir de ese momento el propietario se convertía en una especie de organismo social privado sin ningún tipo de compensación por parte del Gobierno, incapaz de encontrar viviendas a aquellas personas que por sus escasos recursos no pueden pagar el alquiler. Recuerden que el Congreso de los Diputados aprobó en los pasados presupuestos que las personas económicamente vulnerables no podían ser desahuciadas, pero en cambio no se contemplaron medidas compensatorias a los propietarios afectados. Si alguien es un gran tenedor y dispone de más de diez viviendas ya directamente es acusado de ser una especie de delincuente.

Pero volvamos a mi amigo. El inquilino, que le adeuda más de un año y medio de alquiler, se ha convertido directamente en ‘okupa’. No quiere irse y todo dependerá de la voluntad del juez, pero el desahucio es una auténtica lotería. Mi amigo dice que cuando recupere el piso (ni se plantea que pueda ser a corto plazo) lo cerrará varios años porque no se atreve a dejar las llaves de la propiedad a nadie más. Se plantea venderlo, pero seguramente tendrá que hacer una gran inversión para poner al día la vivienda cuando el inquilino se marche forzosamente. A no ser que se apruebe alguna ley que definitivamente proteja a los propietarios, incluso limitando precios, pero las actuales normativas no son ninguna garantía.

Es evidente que el precio de los alquileres es uno de los principales problemas de muchas ciudades españolas (la situación ya es en Canarias es calcada a la que se vive en Ibiza) pero en el Congreso apenas se habla del tema porque la ley de amnistía ocupa la mayor parte de los esfuerzos. Cuando surge el debate sobre la vivienda, los pisos vacíos y los ‘okupa’ al final acabo recordando la odisea de mi amigo, que no es ningún gran tenedor, que incluso paga hipoteca por la vivienda ‘okupada’ y que creía que alquilar una propiedad, después de haber invertido en su reforma, era una excelente inversión. Maldita la hora que creyó que era una gran inversión.