En los últimos días me viene con bastante frecuencia a la cabeza aquella película titulada «Dolor y Dinero» (Pain & Gain), de Michael Bay, que no pasará a los anales del cine por su escenografía, banda sonora o guion, pero que siempre será recordada por una escena aislada, esencial en su devenir, protagonizada por Ken Jeong, en el personaje de Johnny Wu, como ponente del seminario «Get rich now», en el que pregunta a Mark Wahlberg, que interpreta el papel de Daniel Lugo, un culturista descontento con su trabajo y salario, sobre si es un hacedor o un no hacedor. La cosa finalmente desemboca en un secuestro que acabará como el rosario de la aurora, pero no es mi intención hacerles ahora un spoiler innecesario.

Se suele desconocer, por el inmenso público en general, que este chiringuito de la administración pública funciona casi siempre gracias a cuatro hacedores, aquellos que se esfuerzan en desempeñar su labor en favor de la sociedad de forma plena, incluso en exceso, dando más de lo que reciben. Son el típico jugador que todos queremos en nuestro equipo, que vale para todo, que trabaja y no rechista si es suplente, que da lo mejor de sí mismo siempre que tiene que demostrarlo. Incluso podemos encontrar a los que en nuestra infancia conocíamos como porteros regateadores, que valen para todo. En contraposición, y afortunadamente son los menos, encontramos al típico chupa poste o chupón, que se rasca la barriga durante todo el partido buscando exclusivamente su momento de gloria personal, sin pensar en nada más que en sí mismo, vaya, el oportunista o trepa de toda la vida. No les interesa ganar el partido, solo su ego, que suele ser tan grande como su poca vergüenza. Como suele ocurrir, destacan más éstos que aquéllos, dando mala fama en la sociedad a quien lo deja todo en el terreno de juego.

Últimamente he tenido la ocasión de cruzarme con varios funcionarios públicos hacedores, que tienen un papel concreto dentro del organigrama, pero que no solo realizan su trabajo con excelencia, sino que no les duele en prendas llevar a cabo labores adicionales por la única satisfacción de saberse parte integrante de una sociedad mejor. Uno que se ocupa de hacer copia de llaves para agilizar su obtención sin pasar por los arduos trámites de la administración de la administración. Otro que utiliza sus herramientas y materiales personales para realizar labores de mantenimiento supliendo la baja de quien debiera hacerlas. Y otro que se dedica a colocar mobiliario en beneficio de personas con amplias necesidades a las que aun ni conoce. También los hay que no solo hacen el trabajo que les corresponde, sino que desempeñan el que no pueden llevar a cabo sus compañeros por motivos justificados o no, supliendo así las carencias del sistema exclusivamente en beneficio del propio sistema. Es más, hay hasta un buen puñado de operadores jurídicos que no se limitan a ejercer la defensa de sus clientes de forma leal y fiel, sino que se devanan los sesos buscando propuestas que redunden en el bien común. Hacen, sugieren, aportan, son verdaderos hacedores.

Pero no nos engañemos, lamentablemente es frecuente toparse con no hacedores en todos los ámbitos de la vida, también en el nuestro, que como entre vacaciones, permisos, licencias, bajas o poco trabajo no pegan palo al agua, tienen mucho tiempo libre para conspirar, rajar y otras mandangas del estilo. Suelen reconocerse por ser pésimos compañeros, por escaquearse cuanto más mejor, buscar su exclusivo interés y levantar mucho polvo, demasiado, tanto que suelen dejar en un segundo plano a los hacedores que afortunadamente son la enorme mayoría. No les avergüenza disfrutar de beneficios de los que no gozan sus iguales y siempre quieren quedar por encima, como el aceite en el agua, aun recurriendo a medios alejados de toda ética y lealtad institucional. Son capaces de cualquier cosa para cumplir su interesado objetivo. Sí, de todo hay en la viña del Señor. Mención aparte merecen ciertos operadores jurídicos que, lejos de colaborar, sumar o ayudar, suplen sus carencias jurídicas con argucias y artimañas de lo más imaginativas, básicamente quejándose y echando siempre la culpa de todos sus males a los demás. Ya se sabe, doctores tiene la iglesia.

Que quieren que les diga. Prefiero tener en mi equipo a jugadores hacedores, pues detesto al no hacedor tanto como el Fary detestaba al hombre blandengue. Decía el mayor de los Lannister en Juego de Tronos que «el león no se molesta con la opinión de las ovejas», pero es que estas ovejas hacen demasiado ruido y la verdad que ya cansan. De justicia es, nunca mejor dicho, ensalzar en contraposición la labor de aquellos que se encuentran comprometidos con un ideal de colectividad desmedido, que reciben dos y dan cuatro, que suman y no dividen. Éstos no recibirán premios ni un mayor salario por ello, solo la satisfacción personal del deber cumplido. El resto, es cierto, gozará de privilegios gratuitos, de beneficios artificiales y de una repercusión mediática tan solo a corto plazo, pero siempre serán recordados por la sociedad como lo que son, ni más ni menos. Hace tiempo que, como Gandalf en el Señor de los Anillos, «descubrí que las pequeñas acciones cotidianas de la gente común son las que mantienen a raya a la oscuridad». Y tú, ¿eres hacedor o no hacedor?.