No son buenos tiempos para la diversidad de ideas ni tampoco para el periodismo independiente. Cuando lo más fácil es subirse al carro del poder, los hay que prefieren ir contracorriente y complicarse mucho la vida. Pero hemos llegado a un punto que realmente carece de toda lógica y que es un insulto a la inteligencia. Esa línea roja entre lo razonable y lo esperpéntico la ha dibujado Sánchez, quien califica de fachosfera a todos aquellos que no piensan como él, que se atreven a criticarlo o simplemente que no lo elogian como él cree que se merece.
Nunca un presidente del Gobierno se había atrevido a tanto. Insultar a los millones de ciudadanos que no piensan como él es realmente insólito y desconocido hasta la fecha en este país. Se supone que fachosfera viene de facha, de fascistas, de fascio, que eran en realidad los que integraban el partido de Benito Mussolini, en Italia, que eran autoritarios, violentos y nacionalistas. No puede incluirse como fascistas a los nazis, que eran de ideología socialista y nacionalista. Esta es la definición histórica verdadera y lo demás son interpretaciones con poco fundamento intelectual.
Pues bien, ahí tenemos a Sánchez amenazando con dimitir porque no le gusta que se hayan publicado informaciones sobre los contactos que realizó su esposa con algunas empresas que, oh casualidad, recibieron subvenciones del Gobierno. Sánchez quiere proteger legítimamente su vida privada, pero es curioso que reclame ese derecho después de haber puesto toda la maquinaria del Estado (Agencia Tributaria y Fiscalía) para airear los problemas fiscales de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Quizás ella no tiene derecho a proteger la vida privada, ni tampoco Feijóo, a quien el Gobierno acusó de beneficiar a su esposa cuando se hizo eco de una noticia falsa. Por cierto, nadie rectificó. Está claro que algunas vidas son más privadas que otras. Y que algunos creen que tienen más derechos que los demás.
Si finalmente Sánchez dimite este lunes será una excelente noticia para la salud democrática de este país. No merece seguir en la presidencia del Gobierno alguien que ha negociado su investidura con un prófugo de la justicia como Puigdemont. No merece seguir en el cargo alguien que controla desde una posición partidista y sectaria organismos como el CIS (ya conocido como el CIS de Tezanos), el Tribunal Constitucional, el Consejo de Estado, RTVE y evidentemente la Fiscalía General del Estado, como se ha demostrado con la investigación a la pareja de Ayuso.
Además, Sánchez es un personaje que es capaz de decir una cosa y la contraria con unos días de diferencia. Todos conocemos sus cambios de opinión sobre Podemos, Bildu o la amnistía, por ejemplo, con el único objetivo de mantenerse en el poder. Y no parece ni un poco arrepentido por sus cambios de opinión. Por algo será que el presidente del Gobierno no puede acudir a ningún sitio sin que sea abucheado.
Y de aquí al lunes es comprensible que afloren los nervios entre todos aquellos cuyos cargos (y sueldos) dependen de la continuidad de Sánchez. Saben que después de Sánchez está el abismo, una larga travesía del desierto que comenzó en mayo en muchas comunidades autónomas y que solo puede empeorar, como en Ibiza, donde el PSOE está en el pozo más profundo de su historia sin un mínimo amago para rectificar las nefastas estrategias que han llevado a cabo durante años, donde toda la culpa es, como no, de la fachosfera y de aquellos medios de comunicación o pseudo medios, como diría Rafa Ruiz, que no aplauden sus ocurrencias. Afortunadamente en política todo cae por su propio peso. Y Sánchez caerá, más tarde o más temprano, pero caerá y la historia le pondrá en el lugar que se merece.