Las sucesivas recomendaciones -por no decir directamente, reconvenciones- que los grandes organismos e instituciones económicas llevan a cabo al dirigirse a los países de la zona euro, hacen hincapié prácticamente en lo mismo. Y es en la relativa falta de seriedad de las políticas económicas de los países que están en la órbita de la moneda única. Entendiendo por falta de seriedad la falta de continuidad en el tiempo de dichas políticas. Veamos. Es bien cierto que los países europeos realizaron grandes esfuerzos para cumplir con los criterios económicos que permitieron la adopción del euro. Pero también lo es que las medidas que entonces se adoptaron fueron a corto plazo, sin que en definitiva contribuyeran a la larga a nivelar los desequilibrios presupuestarios de los respectivos países. Dicho de otra manera, las economías de los países que aspiraban a entrar en el euro corrieron desesperadamente para situarse en la línea de salida de la carrera, pero una vez ahí se desentendieron del futuro discurrir de la competición. Y así, el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido que llamar recientemente la atención a los países del euro, advirtiéndoles de los serios riesgos que existen de un empeoramiento de la situación económica. Concretamente se ha hablado de una inminente debilitación económica. El crecimiento de la zona euro se está ralentizando de manera casi alarmante, debido esencialmente a una falta de previsión a largo plazo. Previsión que incluiría una reducción del déficit presupuestario y la deuda pública, paralela a un recorte del gasto tributario y el gasto estatal, de los países afectados. Al mismo tiempo, la OCDE también ha llamado la atención sobre la escasa movilidad y la excesiva rigidez salarial que se da hoy en la denominada eurozona. Entendemos que esas exigencias, tanto del BCE como de la OCDE, son algo más que un toque de atención, acerca del cual se debe reflexionar.